Como el lenguaje todavía no está lo suficientemente politizado y modificado a gusto de los que ordenan y mandan lo que sus asesores de imagen les susurran en la oreja antes del café con leche y los churros, Carmena ha dado una vuelta de tuerca y ha encontrado la solución para el eterno problema del Valle de los Caídos: cambiarle el nombre y llamarle Valle de la Paz. De igual forma, al Arco del Triunfo de Moncloa propone que se le llame Arco de la Democracia o Arco de la Concordia. Para que aprendan esos chovinistas franceses, que al suyo seguro que le dejan ese nombre tan fascista, que recuerda victorias militares para sonrojo de los hijos de la paz, herederos involuntarios de los malvados belicistas.
Siguiendo su ejemplo creo que en Lugo deberíamos adaptarnos de inmediato, y con nosotros todas las urbes españolas para no ofender a nadie y crear un sentimiento positivo de felicidad catatónica cambiando los nombres de todo aquello que suene feo, para que sigamos con nuestros problemas ordinarios de los que se niegan a ocuparse pero que los arrastremos con una sonrisa bobalicona en la cara, que es lo realmente importante.
Por ejemplo, en Lugo nuestro principal monumento es una muralla. ¡Qué feo nombre! ¡Una barrera, una separación, algo construido para dejar fuera a los menos privilegiados! Ya que el derribo, que sería lo idóneo en este ambiente flower power es dificultoso por los pelmazos de Patrimonio y esos de la UNESCO, el cambio de nombre es lo adecuado. Anillo del amor sería lo más obvio, y además de tener ventajas psicológicas también las tendría publicitarias ya que es probable que Durex se animara a patrocinar anuncios, sobre todo desde que inventaron los aros vibradores, asimilables en gran medida al efecto que sobre el monumento romano causa el tráfico pesado en la ronda. Alguna ventaja tendría que tener dejar pasar camiones al lado de un Patrimonio de la Humanidad.
Pero no nos quedemos ahí. La denominación del Cuartel de San Fernando ha de ser modificada de inmediato, y se podría llamar jardín vertical dado el moho y las hierbas que crecen por doquier en el que iba a ser el principal centro cultural de Lugo. La antigua cárcel, como es obvio, también deberá ser rebautizada como antiguo patio de recreo de personas revoltosas y el cementerio podría ser un área de descanso permanente. El alcantarillado pasará a denominarse río del gozoso alivio de humanidades y el cableado aéreo tendedero de la alegría.
La policía y demás fuerzas y cuerpos de seguridad, represores de las libertades del ciudadano y que están ahí para evitar que la población exprese su creatividad defecando en la calle salvo cuando pasan las procesiones (que ahí sí se les permite), robando en nuestras casas o pintando las paredes (cuestiones que se renombrarán como jubiloso bálsamo espontáneo, gozosa redistribución de recursos y arte urbano naif) seguirán ese proceso modificando sus nombres. Cuerpos del amor sería una opción, pero en la Tinería probablemente cause confusión, así que quizás habría que irse a algo como los pacificadores, aunque suene a película de Schwarzenegger. Por supuesto también hay que cambiar sus uniformes: decoraciones de margaritas, palomas blancas y girasoles sustituirán por fin a los amenazantes colores caqui o de camuflaje. Cambiar las porras por baguettes para alimentar al hambriento, función obvia de la policía, será una opción a estudiar también.
Y así, cerrando los ojos a una realidad palmaria, seremos ciudadanos felices. Solo con cambiar unos cuantos nombres. No sé a qué están esperando.
