Pablo... déjate de ostias

Lo más difícil no es llegar, que lo es. Lo más difícil es mantenerse. Para llegar, dicen, hay que saber subirse al tren que pasará una vez, dicen, por delante de tu puerta, y tú supiste. Es cierto que el que consigue llegar indefectiblemente tiene que reunir una serie de condiciones, es cierto, y tú las tienes. Pero no lo es menos que ese logro lo pudiste conseguirse merced a una serie de circunstancias que confluyeron en aquel momento. Se había producido el estallido de la burbuja. El sistema capitalista se desmoronaba. Los despidos y cierres de empresas estaban a la orden del día. Los banqueros se habían convertido en trileros y sus negocios se dedicaban a estafar a sus clientes. Los políticos, que llevaban cuarenta años meándose sobre sus votantes, se habían vuelto tan avariciosos que ya no disimulaban sus corruptos comportamientos. Los jueces prevaricaban. La Curia Católica apostataba de su Fundador. Y Felipe González hablaba y hablaba y no paraba de hablar. Y la ciudadanía se hartó. Y su hartazgo propició un movimiento que desembocó en el denominado 15M. ¡Son unos antisistema! –jaleaba el Partido Popular-. ¡Que canalicen sus denuncias presentándose a las elecciones! -decía la prensa del régimen-. Y se presentaros. Y pasó el tren… y tú te subiste. La izquierda te necesitaba. También la derecha. La política española te necesitaba.

Ahora ya estás. Ya llegaste. Ahora no hay que gestionar 25 alumnos de ciencias políticas en la Complutense. No estás presentando Fort Apache para doce amigos. Ahora estás en otra historia. Ahora tienes que gestionar, según la última encuesta, cerca de 6 millones de votos. Votos depositados por los más variados electores. Votantes de todas las edades, de toda ideología, de toda formación académica, de todos los rincones de España.

Tus apariciones televisivas convocan a millones de telespectadores. Lo que dices, es minuciosamente escrutado por tus opositores. Pero no lo olvides, y esto es lo verdaderamente importante, también lo es por tus simpatizantes. No olvides nunca que tus votantes no son como los del PP.

En el Parlamento no permitas que un jefe de escuadra falangista te robe la cartera por muy experto transformista que sea. La gente ve Sálvame, y no puedes esperar que todos van a ser capaces de desenmascararlo. Mide mucho tus intervenciones, tus gestos. Endulza tu ceño, tu imagen. Contrariamente a lo que crees, esto no va de “los de arriba y los de abajo”. Esto va de “izquierdas y derechas”. De lo que fue siempre. Créelo, “los de abajo” representan un importante granero de votos para el Partido Popular. Ser “de abajo” no es sinónimo de ser de izquierdas. Ni mucho menos.

La inmensa mayoría de tus votantes proceden del PSOE y de IU. Los primeros te otorgaron un voto de confianza desilusionados por las políticas y las corruptelas de sus dirigentes. Pero no olvides, siguen siendo socialistas. Los segundos te apoyan porque además de que coinciden con lo que proclamas, por primera vez vislumbran que su voto, ahora sí, puede servir para cambiar las cosas. Pero no olvides, siguen siendo comunistas. No deberías hablar de “cal viva” si en tus filas hay cientos de miles de votos socialistas. No puedes estar orgulloso de ser comparado con Anguita y despreciar a IU si en tus filas hay cientos de miles de votos comunistas.

Al Parlamento y a los medios de comunicación llegó Pablo Iglesias, el transgresor, y estuvo bien. Pero para no decepcionar a los millones de simpatizantes de Podemos, ahora tiene que seguir Pablo Iglesias, el líder. Así que… déjate de besos, déjate de ostias.

Haz caso a la sentencia de Groucho Marx: “es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar todas las dudas”. Que nunca te identifiquemos con esta frase.