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Hasta la muerte, pero ni un paso más

martes, 01 de marzo de 2016
Treinta y cinco años han transcurrido desde aquel infausto 23 de febrero de 1981. Y los papeles, sin desclasificar ¿por qué? Sencillamente, porque no se quiere, no han querido los grandes partidos, a ver ahora los emergentes, que se desvele la verdad. ¿No se dan cuenta de que después de ver como una red interminable de chorizos, de arriba abajo en el escalafón, saquean a este país ya nada nos sorprenderá?

La negativa a desclasificar los papeles es la mayor constatación de que el "bigotes", aquel animal que, pistola en mano, entró a saco en el Congreso, no estaba solo o era elemento utilizado por instituciones y personajes con nombres y apellidos que se resisten a salir a la luz.

Las filtraciones conocidas hasta aquí ya han dado un significativo avance: el personaje que aparece como salvador era el conspirador, pero esto ha de contarse con pelos y señales...

Es cierto que sobre los papeles pesa una decisión del Tribunal Supremo, que obliga a tener todo este asunto bajo secreto hasta el año 2031, pero el TS puede, si quieren sus miembros, revisar el fallo dictado en su día. Y no es menos cierto que, como queda dicho, tampoco existió hasta ahora voluntad política para plantearlo.

Lo que no se entiende es que tengamos que quedarnos con las versiones que, de manera clandestina, parecen relevar a la información oficial, léase el libro de Pilar Urbano, las reiteradas declaraciones de García Trevijano o las manifestaciones hechas por algún diplomático alemán que dijo que el entonces Rey Juan Carlos veía con simpatía la intentona.

Y qué decir de la actitud del líder socialista Felipe González, que , junto con otros dirigentes, incluso del Partido Comunista, aparece en esos testimonios como posible cómplice o consentidor de aquella bravuconada, al haber supuestamente aceptado la vicepresidencia de un Gobierno de concentración nacional, cuyo titular sería el militar Alfonso Armada, cuestiones todas ellas que no han sido desmentidas.

En definitiva que, por lo visto, el Tribunal Supremo obliga a esperar a que nos muramos la generación coetánea del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. ¡Paciencia!

Parafraseando a José Bergamín, esperamos hasta la muerte, pero ni un paso más. Mientras, entretengámonos con especulaciones, verdades o medias verdades, algo muy propio de las inveteradas costumbres de este país. No es la transparencia virtud que nos adorne.
Castro, Man
Castro, Man


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