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Francisco entra en la historia

miércoles, 17 de febrero de 2016
El encuentro en La Habana entre el Papa Bergoglio y el Patriarca Cirilo supone la reconciliación entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa después de mil años. Un abrazo, la firma de un documento río y un padrino cubano. La capital cubana como centro de una Cristiandad asediada por la persecución al cristiano, por su martirio, por su genocidio, por la familia cuestionada, por la revolución de la mujer que ansia un nuevo papel en el mundo, por la tecnología, nueva Caja de Pandora; por el relativismo imperante, por su espíritu de resistencia.

La ortodoxia rusa y sus otras catorce ramas y el catolicismo romano se abrazan con el viejo canto de la Revolución Francesa en los labios "A las barricadas". El cristianismo como símbolo de la resistencia al genocidio, al ateísmo imperante, es un gesto profético, como un gesto de liderazgo y Francisco el Papa peronista lo hace reeditando una nueva versión de la teología de la liberación envuelta en una cultura del encuentro y en un descubrimiento de la ecología, que pone al día El Canto a la Tierra de San Francisco, "il poverello d'assisi", el pobrecito de Asís convertida en una lucha contra el cambio climático. Abrazando también las nuevas tecnologías al servicio de los humildes, de los más pobres, lo que resume en el Jubileo de la Misericordia y hace patente en un viaje a un México diferente visitando las zonas más conflictivas azotadas por la violencia del narcotráfico y la injusticia hacia los indigenas. Gestos elevados a grandes mensajes a través de las tecnologías de vanguardia.

A las masas enfervorizadas mexicanas se presenta el Papa argentino después de su histórico abrazo en tierra de misión en una Cuba que del coto de los hermanos Castro aspira a convertirse en la nueva Filadelfia del mundo cristiano. Un guiño a los progresistas y otro a los conservadores, el espíritu jesuítico elevado a la máxima categoría.

Francisco, a diferencia de Juan Pablo II, el Papa voluntarista y militante y Benedicto XVI, el Papa teólogo, es un Papa al servicio de los humildes y de los pobres, de sus descamisados del mundo. Su reencuentro con Kiril que planta unas semillas de esperanza y su primera visita en México al Palacio Presidencial que ninguno de sus antecesores pisaron porque era la rocafuerte del laicismo de la Revolución Mexicana.

Encuentro con el mundo indígena de Chiapas y con las migraciones y feminicidio en Ciudad Juárez y el planeta del narco en Michoacán. Se adentra como una Alicia en el País de las Maravillas o una Caperucita Roja argentina con la ingenuidad del audaz, no lleva una nueva doctrina, está más cerca de quienes ven en el mundo el dominio del mal, pero no lo oculta, lo quiere recuperar hacia esa Ciudad de Dios de San Agustin.

El Papa que fue el cardenal de los zapatos rotos y las sotanas raídas no se ha dejado contagiar por Roma y su boato. Sigue con sus ideas de los oprimidos de América y ser la voz de los que no la tienen. Con esta sencillez ha entrado en la historia con su abrazo y sus tres besos al Patriarca Cirilo.

(Joaquin Antuña es Presidente de Paz y Cooperación).
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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