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El tedio y sus compinches

sábado, 30 de enero de 2016
Alberto Moravia el escritor italiano que describía los estados de ánimos en medio de la sociedad de la dolce vita describió en "la noia" el aburrimiento que a veces nos abruma y el asqueo por todo lo que nos rodea y que acaba en la cruel indiferencia. Es un sentimiento,una enfermedad del espíritu que nunca he compartido. Un nirvana al revés. La depresión por falta de motivación, por tedio, por carencia de compromiso. Es cierto que el mito de Prometeo, el eterno llevar la piedra a la cumbre, su caída y el vuelta empezar es nuestro destino desde las cavernas hasta la era tecnológica. Nuestra mente no descansa y esta rodeada de estimulos, pero pueden amortiguarse hasta casi desaparecer y aterrorizar en la inopia, en el limbo. No tiene nada que ver con el complancerse en la vida que pasa a nuestro lado, el dolce far niente de los napolitanos, ni con la meditación esa gimnasia del alma. Si el tedio nos invade quiere decir que algo falla. Un ejército de sicologos, una de las plagas del siglo, trataran de indagar en nuestra mente, nos darán consejos contradictorios y las más de las veces rozando el disparate y ayunos de toda brizna de cultura. Peor si cabe entre esta legión de fontaneros del Geist, del Espíritu como le llaman los profundos y sesudos germanos están los sicoanalistas, sobre todo si son argentinos. El rebuscar entre los entresijos de la mente, el regodearse tendido en un canapé en recuerdos que muchas veces son falsos nos hunde todavía más en el pozo y luego llegan los estimulantes quimicos, las adicciones sin cuento. Todos viven de nosotros, su supervivencia económica depende de que no levantemos cabeza, son las modernas sanguijuelas, las sangrías de los físicos renacentistas. Las personas que luchan por la supervivencia, pueden caer en estado de desanimo,de angustia pero nunca de tedio. Las profundas convicciones nos llevan a participar en el gran tablero de ajedrez que es la existencia, a mover ficha, en pensar hasta la próxima jugada. El éxtasis místico, el orgasmo fisico, el nirvana budista nos lleva al deleite supremo del tocar el cielo con la mano, a las ensoñaciones artisticas, a los enamoramiento más o menos placidos o ardientemente desesperados. Contra el tedio busquense un buen libro, escuchen una música sublime o inventese un amor corpóreo o inmaterial. La misericordia de la que habla Francisco, Su Santidad el Papa justicialista, es el amor al otro, la compasión que nos redime de la soledad en que venimos al mundo, es que nada, ni nadie nos sea ajeno, es disolvernos en nuestro cosmo particular es participar, indagar, ser curioso, gozar y dolernos, padecer y tener instantes de felicidad. Es el torrente vital, las cataratas de nuestros momentos culminantes, es optar, decidir, alegrarnos, arrepentirnos y volver a empezar. Es estar vivo.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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