Ciertamente Paco Martínez Soria hubiera exclamado la ciudad no es para mi, ante la cantidad de oficinas que se esconden en el Centro Internacional de Viena de las Naciones Unidas. Se llega en metro en el UBAHN como le llaman en la lengua de
Goethe, que los austriacos hablan con acento andaluz. Mi misión es encontrar la Agencia del Espacio y no ha sido facil. No habían oído hablar de ella ni los vigilantes de seguridad y ya dentro te daba la impresión que te tomaban por lunático. Ni sabían lo que era, ni donde estaban, mis contactos con los cienciólogos me ayudaron a sentirme en Una Misión Imposible a la Tom Cruise.
Recordé el viejo chiste de los leones que entraron en la Seguridad Social, se merendarn a dos probos funcionarios y nadie se dio cuenta. Quince colegas de los merendados me aseguran que no existe hasta que un caballero tipo muy intelectual mira a mi acreditación de ONG y me explica que en una perdida galaxia del Edificio E hay una oficina que se ocupa de temas espaciales, que son solo 25. Le pregunto si van disfrazados tipo Guerra de las Galaxias y no cree que mi curiosidad sea de recibo.
Ahora sigamos buscando las estrellas y encontremos el edificio E. Tras largo pasillear y ver que la famosa Organización de la Energía Nuclear que acaparó las portadas de los periódicos con la firma del fin del embargo irani tiene un marcado sabor musulmán con aguamanil para los creyentes y limpiadoras con el hiyab o pañuelo, que en este mega edificio también se ocupan del tema de las drogas, aquí el sabor es más bien latino, pero de Seann Penn y del Chapo ni huella, ni de ninguna pechugona estrellita del Sur.
Casi con la lengua fuera abordo finalmente no una nave espacial, sino un coqueto ascensor amarillo y he aquí que aparecen una hilera de despachos y una amable onusina de nacionalidad incierta, una amiga mía chipriota me decía en la FAO "aquí somos todos bastardos", me indica el Sancta Sanctorum, el despacho de la directora, la italiana Simonetta Di Pippo.
Albricias, mi querido Meterete, pero lo que pasó después será objeto de otra crónica. Un pequeño suspense. De vuelta al centro de Viena se cruza un Danubio de color gris metálico y me entero en un periódico gratis que aquí en la Tierra, en la frontera austriaca se agolpan los refugiados y se reciben más de seis mil solicitudes de asilo al día y el gobierno dispuesto a poner las cosas difíciles destina 500 soldados para controlar las fronteras.
Asi es la vida, amigos. Unos buscamos las estrellas mientras otros están permanentemente estrellados.
(Joaquín Antuña, desde Viena).
