Eternamente... Mozart
Dopico Vale y Piñeiro, Julia Mª - miércoles, 20 de enero de 2016
En un frío día de enero, como los que vivimos ahora en Ferrol y hace 260 años, nacía en la ciudad que se extiende a orillas del río Salzuch, Salzburgo, el mayor genio de la historia de la música: Mozart, el único, como apuntaba Rossini, el sol radiante como decía Dvorâk. El niño prodigio que bajo los auspicios de su padre, Leopold, comienza a componer a la edad de seis años, recorriendo junto a su hermana Nannerl, las cortes europeas en la edad de la elegancia, antes de que la nobleza agotase sus privilegios, asombrando como nunca con su talento y virtuosismo.
Una vida corta y entregada por entero a la creación musical, abarcando todos los géneros de la época y en especial la ópera, de la que él mismo decía está por encima de todo lo demás, dejando títulos como Don Giovanni, Las Bodas de Fígaro o la Flauta Mágica, que se está representando actualmente en Madrid adaptada a las nuevas tecnologías virtuales.
Obras plenamente vigentes, de las más representadas en el mundo entero después de más de dos siglos, dada la realidad de los personajes y sus emociones: no presto ninguna atención a las alabanzas o a las críticas de los demás, simplemente hago caso de mis sentimientos
. Unos sentimientos que aportan toda la frescura a una música perfecta y que sabe transmitir como si fuese un romántico en una vida que también fue dramáticamente romántica desde sus tiempos infantiles, sus luchas por alcanzar la independencia personal frente a los mecenas nobles y eclesiásticos o su misteriosa muerte, verdadero objetivo de nuestra existencia, cuando componía las páginas de su excelso e inacabado Requiem.
Todos estos sucesos sirvieron a Korsakov para escribir su Mozart y Salieri y también a Milus Forman para rodar la película Amadeus, con la que obtiene ocho premios Oscar en 1984 fabulando sobre las intrigas propias de la relación de amor-odio entre el genio-Mozart- y la mediocridad- Salieri-. Mozart sigue estando entre nosotros, no nos ha abandonado nunca.
Su música perfecta impregna el pasado y el presente, resonando por siempre
en la eternidad.

Dopico Vale y Piñeiro, Julia Mª
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