En el congreso aun quedan chorizos

Después del espectáculo del Parlamento… nos debíamos una satisfacción y esta llegó de parte de un fiscal que en nada se parece a Horrach. Anticorrupción pide cuatro años y medio de cárcel para Rato y seis para Blesa por el escandaloso asunto de las tarjetas black. Los demás de la tropa se salvarán de ir al trullo… por los pelos.
De los pelos había que tirarle a la señora vicepresidenta del Parlamento, Celia Villalobos, por confundir rasteros con piojosos y por poner en sospecha el aseo personal de algunos nuevos diputados a los que juzga por su indumentaria. Seguro que esta gente, que tan poco le gusta a ella, no se pone a jugar en plena sesión con el Ipad que le regalamos todos menos la abogada del Estado del Caso Nóos.

Un poco de espectáculo sí tuvo la premier de la Legislatura. Lo de las rastas fue lo de menos y el bebé de mi paisana Bescansa la demostración de que madre solo hay una. Lo de llegar en bici resulta pintoresco, pero nada más. Que acompañe a un grupo una banda de música suena a fiesta, la fiesta de la democracia para los que realmente representan a su pueblo.

Lo más grave no es esto, no. No es lo anecdótico, sino que aún se sigan sentando en el Parlamento cualificados chorizos cuyo mayor ejemplo es el sospechoso Gómez de la Senra.

Ya sé que hay quien opina diferente pero para mí este miércoles fue el renacimiento de un país multicolor, la fotografía real de los tiempos que corren. Sí, es verdad, la estética del pasado se ve, aún está presente; pero ya se ha logrado la renovación de la mitad de esas antiguallas que se resistieron hasta el último momento.

Otra cosa. Para los cargos del Congreso hubo pacto PP-PSOE-C’S. Se llegó a eso que en política se llama consenso, el que no pudo vaticinar el sector crítico de la comunicación social.

Te digo. Los que aún tienen presentimientos de brevedad en esta Cámara que se pongan cómodos, porque hay que esperar hasta el último minuto para ver si Sánchez es capaz de conceder un crédito a Rajoy para que vuelva con las rebajas. Es decir, para que sigan mandando los mismos… a los que todo el mundo identifica con la corrupción.