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Cela, por encima de chismes

viernes, 01 de febrero de 2002
Explica la Teoría de la Información en una de sus asignaturas que existen tantas respuestas diferentes al estilo de la Noticia como los sujetos que la reciben. Pero la que atañe a la que hoy voy a referirme calculo que en su apreciación la respuesta popular haya sido unánimemente negativa hasta el punto de pensar que esta ¿noticia? no pueda catalogarse como tal.
La materia prima de la Noticia son los hechos, y en esta ocasión no están claros, y denotan simplemente una intención y afán de vocear una acción acusatoria, falta de argumentos concluyentes.
¿En qué cabeza cabe que, a estas alturas de la película, pueda catalogarse a Camilo José Cela como un vulgar plagiador literario? Yo es que no salgo de mi asombro, oiga. Pero, en fin, la Justicia, que tiene el caso en sus manos, será quien determine con su virtud inocencias y culpabilidades. Esperemos. Mis primeros contactos con Cela se remontan a los años de la posguerra. Entonces no bastaba tener una imaginación sensacional y escribir como las propias rosas para publicar obras literarias. Era necesario también un valor a prueba de bomba para enfrentarse a la inexorable censura oficial cuyos miembros solían poseer la sensibilidad y preparación cultural propias de un salvaje borracho.
Camilo José Cela consiguió su revelación literaria en esa época, con una novela tan truculenta como “La familia de Pascual Duarte”. Pero para que la obra viera la luz, tuvo Cela que pegar previamente un quiebro al censor gubernativo y, una vez esquivado tan abominable personaje, marcharse de puntillas con los folios manuscritos bajo el brazo, en busca de una editorial americana que se hiciera cargo del relato, en vista de que los empresarios españoles del ramo no mostraron el más mínimo interés por jugarse el bigote con la novela del joven escritor gallego. Y digo que se fue con sus folios manuscritos bajo el brazo, porque Cela utilizaba para escribir una pluma estilográfica que no cargaba y que iba mojando en un tintero. Si no me equivoco, nuestro ilustre premio Nobel mantiene intacta la costumbre de utilizar la pluma para escribir aunquem es de suponer, lo hará con una estilográfica más moderna.
Yo tuve la suerte de ser uno de los primeros españoles que se enamoró del innovador estilo que brotaba de la escritura de Cela. Pude leer la obra que catapultó al padronés a la fama gracias a un condiscípulo mío, un marino mercante que viajaba con gran frecuencia a América. Me la trajo bajo medidas de gran cautela y amparado en el más estricto secreto como si se tratara de un alijo de droga. Desde aquella primera lectura, literalmente me “enganché” a su obra y seguí, como periodista y como ávido y asiduo lector, la brillante trayectoria que ha constituído el devenir de Cela desde entonces. Como lector, he disfrutado y sigo disfrutando con su densa y fecunda obra, y como periodista le he seguido en muchos de los grandes hitos que han jalonado su existencia, desde la concesión del Premio Nobel de Literatura, hasta los actos inaugurales de la Fundación que el escritor tiene en Padrón, su villa natal, y que fue inaugurada por los Reyes. La institución está instalada en un hermoso pazo donde se guarda hoy para que sirvan a las generaciones venideras, todo su extenso legado. Libros, manuscritos, correspondencia, hemeroteca, fonoteca y filmoteca, y un amplio archivo gráfico en el que no faltan muchas de las cientos de caricaturas que han tomado como referencia al galardonado literato. En muchas de ellas, fue el propio Camilo José el que se dirigió en persona a los autores para solicitarles el original. Los autores se apresuraron a cumplir, encantados, los deseos del maestro.
Hace algunos años, varios periodistas tuvimos la idea de poner en marcha una nueva publicación de información general a la que pensamos en bautizar como “La Colmena”, en recuerdo y homenaje a la agria descripción que, sobre la vida madrileña, había confeccionado Cela y que tituló precisamente así. Nos dirigimos al autor para solicitarle el permiso correspondiente, y comprobamos con enorme satisfacción que al novelista no sólo le gustó la idea y la aplaudió, sino que, muy generosamente, se ofreció incluso a apadrinar el nacimiento de aquella criatura. Jamás habló de ninguna contraprestación económica e incluso se ofreció a sufragar él mismo y de su bolsillo el pasaje de avión desde las islas Baleares donde entonces tenía fijada su residencia. Por desgracia, algún listillo ya había inscrito aquel título en el registro, y nos dejó sin él. Tuvimos que optar por el “Informe Gallego”, hoy “PUEBLO GALLEGO”.
Y termino. Pero no quiero hacerlo sin dejar claro que no trato de ser una especie de D’Artagnan que desenvaina su espada para defender a don Camilo José Cela. Afortunadamente, nuestro eminente paisano se basta él solito para hacer frente a las ofensas, y para nada necesita valedores.
de las Heras, Victor
de las Heras, Victor


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