Han vuelto los Nazis
Antuña, Joaquín - lunes, 11 de enero de 2016
Benito Mussolini, Adolfo Hitler y el General Perón descubrieron la fuerza que tenía unir el socialismo al nacionalismo y en Alemania bautizaron a este movimiento nacionalsocialismo.
Todos ellos prometían sacar a sus pueblos, a sus proletarios, a sus descamisados de la miseria y liberarlos de la opresión y la injusticia. Adolfo rizaba el rizo e inventaba el Volkswagen, el coche del pueblo, ilusionando con la motorización a toda la poblacion. Benito abrazando el futurismo de Marinetti tejia utopías de grandeza desde su periódico "Il socialista". Perón ansiaba elevar a las masas y cubrir de bienes a sus descamisados.
Los tres jinetes del apocalipsis, el cuarto puesto se lo disputaban los rumanos con los hungaros y los austriacos, tenian políticas muy avanzadas en lo social que han sido olvidadas o debidamente recicladas en la socialdemocracia o en el socialcristianismo, pero su fuerza residía en un furibundo nacionalismo. El Tercer reino, los nuevos mil años, la superioridad racial, la lucha contra oligarquías y oligopolios, religiones y dioses. Tabla rasa en el nacionalsocialismo puro y duro. Todo ello termina en un gigantesco baño de sangre, en un tremendo Holocausto y en millones de muertos producto de la Segunda Guerra mundial. Se descubren los horrores de los campos de exterminio y la persecución y represión de quienes no comulgaban con el pensamiento único, la quema de libros y los delirios del pensamiento único que lleva a estos regímenes a unir de forma exacerbada el socialismo y el nacionalismo.
Han pasado los años y el socialismo ha vuelto al internacionalismo de sus orígenes y se han convertido en socialdemocracia y columna vertebral del sistema de bienestar y de libertades de Europa junto al liberalismo y al cristianismo social de León XIII. Pero los Nazis y los fascistas no habían muerto, se estaban modernizando y recubriendo al nacionalsocialismo de nuevas identidades que acumularan la exaltación de la nación con el igualitarismo.
En Italia se empieza a hablar de casta y la necesidad de abolir estos privilegios y acabar con lo viejo e imponer lo nuevo. En España surgen imitadores en los claustros universitarios y se entroniza esta idea con un mandato imperativo poner punto final al dominio de la casta, fumigarla si es preciso.
Los tiempos son propicios: hay una nueva depresión tipo 1929, aunque partiendo de presupuestos y condiciones sociales diferentes. Surgen los indignados contra las desigualdades, las injusticias y todas las castas dominantes, hay que crear un mundo nuevo. Curiosamente los años treinta renacen y cobran vigor. Con una gran diferencia: la no violencia de Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela más la generación del hippysmo californiano de haz el amor y no la guerra se han impuesto y derrotado al militarismo y a la violencia extrema.
Hasta aquí los indignados reivindican un mundo acorde a sus ideas que, a veces confusas, tienen como meta renovar este planeta azul en un mundo sin fronteras donde florezcan las libertades, pero siempre destruyendo la casta, las multinacionales, el sistema de economía liberal y las políticas del pez gordo que se come al chico.
Esta nueva democratizacion se revigoriza en las aguas de la Revolución digital y convierte al espacio digital en un reino de reivindicaciones y de oportunidades. A este renacimiento libertario pronto le sale un amigo peligroso: el nacionalismo, que trasmuta el campo de Venus en un campo de Marte. A estos socialistas o comunistas libertarios de nuevo cuño les brota un aliado xenófobo, racista, de miras y fronteras estrechas, los nacionalistas exacerbados y de esta alianza surgen de nuevo los nacionalsocialistas, los nuevos nazis, los renovados fachas.
Ya no se llevan las camisas y los uniformes de las mascaradas del sabato facista italiano y las marchas con antorchas de sus aventajados discípulos alemanes. Ahora se actualizan a los sansculottes de la Revolución Francesa y se adopta el feismo, las greñas y el chandalismo, se proscribe a los peluqueros como personajes peligrosos y las damas imitan la estética maoista de la primera hora, aunque millones de mujeres del mundo en un referéndum mudo y cotidiano se decanten por la Zara del magnate Amancio Ortega.
En un momento en que se predica la verdad sin tapujos, estos nuevos nazis deberían estar orgullosos de serlo y de sus modelos Adolfo, Benito y Juan, su divina trinidad y al igual que Antonio Molina se desgañitaba en su famoso "Soy minero", estos epígonos y descendientes de sus tres deidades deberían entonar en sus mítines y junto a sus himnos nacionales un vibrante canto: "Soy nazi y a mucha honra".
(Joaquín Antuña es Presidente de Paz y Cooperación).

Antuña, Joaquín
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los
autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora