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Las estrellas de diciembre

viernes, 11 de diciembre de 2015
Antes de nacer Jesús, antes de la llegada de la dichosa Nochebuena, Diciembre era el mes´ de noches más oscuras pues, desde el atardecer, en la puesta del Sol, las densas nieblas se enseñoreaban de la Tierra y nadie veía una estrella. Esos astros estaban tristes porque estaban condenados, sin culpa, a que en ese tiempo no fueran brasas luminosas del cielo de Diciembre.

Otros , en su caso, se hubieran enfadado y encolerizado por ser despreciados siendo tan importantes y grandes, pero, las pobres estrellas no emitían ninguna queja, llegando esas fechas sabían que ellas, sin culpa, estaban condenadas, a sumirse en la noche más noche.

Un día un niño empezó a llorar desconsoladamente y gritando decía a sus padres:

-“ ¿ Por qué miro al cielo y no veo ni una sola estrella?” “ ¿ En qué sitio se han escondido? ¿ Quién se las llevado?”

Los progenitores , ante tan insistente pregunta, nada podían ni sabían contestar.

Un día, un atardecer , una de aquellas lágrimas del pequeño, al caer en el suelo a sus pies se hizo sólida , luminosa y se dotó de una cola brillante que, cual si fuera una grandiosa ala, se elevó en las alturas. El niño quedó asombrado mirando como su lagrimita tomaba brillo de oro y se marchaba hacia el firmamento.

Cuando aquélla estaba muy alta se detuvo y quedando ingrávida, desde allí , le dijo a la inocente criatura:

-“ Ya no llorarás más, yo soy tu última lágrima de tristeza, si lloras , de hoy en adelante, será por alegría, pues yo, tu triste sollozo, seré la estrella que en Diciembre devolverá la luz al mundo, pues , desde este cenit, mostraré el camino de la Luz al mundo para que todos los buenos de espíritu sean iluminados para siempre”.

El niño quedó boquiabierto ante aquellas singulares palabras. La estrella desapareció de los ojos asombrados de la inocente criatura. El pequeño se durmió arropado en la ilusión grandiosa de saber que, su lágrima se había convertido en estrella.

Al otro día, cuando despertó, en el mundo era Navidad porque decían y anunciaban las campanas de los humanos corazones que, en un lugar llamado Begonte había un Belén que sería de Galicia seña de identidad y referente universal. Ignoraba el niño que ese Belén era ni más ni menos que aquella estrella.

Desde aquella Nochebuena ninguna noche de Diciembre fue oscura pues, si nuestros ojos no alcanzan a percibir el rutilar de los luminosos luceros , las buenas gentes, el mundo creyente, se encargara de que, en todos los pueblos y casales se enciendan resplandecientes bombillas de colores para que, noche y día, en ese tiempo, la luz esté siempre luciendo pero, la más grandiosa es la que , con la energía que dan los sentimientos, luce en el interior de los corazones, hecho que fue posible gracias a la humilde y espiritual Estrella que, desde el mismo cielo llegó a la Tierra.

La lágrima del chiquillo, aquella estrella de luenga cabellera, sería la que guió a pastores y Reyes Magos, por eso , porque el líquido sentimiento de un pequeño obró tal prodigio, también Dios quiso venir al mundo en forma de niño porque ellos son las únicas y verdaderas estrellas de la Navidad y, mientras existan esos seres en el mundo nuestras noches nunca serán oscuras y Diciembre el mes más brillante porque en esa data que era oscura espiritualmente se hizo la Luz para siempre gracias al lloro de un niño.

Cuando mires al cielo y veas las estrellas piensa que, cada una de ellas, es una lágrima que se evaporó de los ojos de inocentes del mundo, pequeños y mayores, que lloran e imploran no por juguetes y cosas materiales, bienes superfluos, y sí por las cosas inmateriales que, pareciendo sencillas, son imprescindibles para vivir siempre en Navidad. Cuando tus ojos buscan la tierra encontrarás esa luz en Begonte que es el lar de la Navidad. Ahí , en ese Centro Cultural “ Domínguez Guizán”, están noche y día muchas de las estrellas que iluminan las noches de la humanidad, por eso, cuando el último sábado de Enero se clausura el Belén de Begonte, si en esa noche observas al cielo disfrutarás de una auténtica lluvia de estrellas; no son fuegos de artificio, son cada una de esas figuritas que pierden su humana forma, lágrimas de dicha que se evaporan para convertirse en luceros que siembran de luz todas y cada una de las noches, pero en especial ese último fin de semana del primer mes del calendario. Llevaran luz a cada uno de los corazones que estén sumidos en la más oscura noche. Cual portadoras de buena nueva trasmitirán a cada uno de los rincones del orbe la novedad de que el amor reina en el mundo y, al llegar Diciembre vuelven a juntarse todas en una conformando la más grande Estrella de Diciembre, la que encendida en Begonte trasmite dicha luminosa a todos los parajes para que ningún ser carezca de fuego sentimental y sea eso, luz de esperanza.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


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