Autovía del Cantábrico y la niebla

Los que hemos vivido en Mondoñedo recordamos como el afamado monte del Padornelo estaba casi siempre envuelto en la niebla. En nuestra fantasiosa imaginación, al menos en la mía, jamás nos hemos atrevido pensar que por aquellas alturas, que se extendían por Lindín hasta Abadín, algún día pudiese construirse una carretera. Pero nosotros no somos políticos que deciden acometer esas obras disparando con pólvora ajena; ni técnicos que acatan a pie juntillas las instrucciones de sus superiores, sin reparar en la dificultades técnicas que la obras suponen; ni tampoco directivos de las constructoras, más pendientes ellos de cobrar lo estipulado, que de exponer otras posibles soluciones menos costosas para el erario público. De los primeros se presupone que buscan el bien general; de los segundos que poseen la preparación técnica precisa y han estudiado todas las dificultades que supone el proyecto, incluido un estudio medioambiental, en el que cabe considerar el impacto de la niebla; de los terceros que debieran advertir del sobrecosto que supone tan descabellado trayecto.

Evidentemente, los técnicos, por las razones que ellos sabrán, han obviado el impacto que supone durante la mayor parte del año la presencia de la niebla con el consecuente problema que suponen tantos cierres. Con lo sencillo que hubiese sido consultar a los nativos para estudiar otras alternativas.

Cuando se programó la construcción de la Transcántabrica se nos dijo que iría desde San Sebastián a Ferrol bordeando el Cantábrico –de ahí su nombre- y que, consecuentemente, aquella carretera serviría para remediar las carencias de comunicaciones da Mariña. Y lo creímos.

Posteriormente, bajo el pretexto de ahorrar costes, algún político de mucho renombre, decidió dirigirla a Vilalba para enlazarla allí con la N-6. Obviamente, los costes están sin cuantificar por uno y otro lado y nos tememos que, para evitar la niebla, las obras supongan un pozo sin fondo, que repercutirá negativamente y en gran medida, en las urgentísimas obras del llamado eufemísticamente Corredor de la Costa que, por lo visto hasta ahora, será sumamente estrecho.

Mientras, según la información del Ministerio de Fomento, en el tramo Mondoñedo- Lindín-Careira de la A-8, se han “palillado” cerca de ciento noventa y dos millones de euros (192 millones) “en importantes y complejos trabajos de ingeniería al discurrir por un terreno accidentado y geotécnicamente muy complicado, especialmente las laderas del Padornelo…” Incluso “se han realizado trabajos de revegetación ambiental, construcción de barreras de sedimentos…” hasta se han preocupado por el paso de la fauna. Por la niebla no tanto.

Ahora están buscando soluciones y convocando concursos de ideas para corregir un problema que es la trágica broma con la que nos han “obsequiado” disparatadas ideas e irresponsabilidades que alguien debiera de reclamar, no sólo con dimisiones que no reparan el mal, sino crematísticamente, porque resulta evidente que el fallo es de la constructoras y sus ingenieros que no han previsto el impacto ambiental de la niebla.

Mientras, la verdadera Trancántabrica, que debiera discurrir por la Costa, espera a que las diversas administraciones encuentren la disponibilidad pecuniaria y, sobretodo, la voluntad política común de atender a las reales, y reitero muy urgentes, necesidades de una autovía, no Corredor, entre Ribadeo y Ferrol. Lo demás son parches y caprichos políticos que denotan mucha bajeza de miras. Mientras los ciudadanos a pagar y soportar una vez más.

Menos mal que la carretera nos lleva a Abadín, que ya se sabe que en este País se construyó una que no va a ninguna parte. U obras faraónicas, como el famoso Gaias, cuyo despilfarro es un verdadero mausoleo a aquel patriarca de la patria gallega llamado D. Manuel Fraga. Verdadero adalid, como el Apóstol, de este desaguisado. Loado seas, D.Manuel.