Mandato

Uno de estos días vendrá la letra a buscarme para que diga algo. Habré de resistirme. ¿Por qué a mí? ¿Por qué vivir esa inquietud de aleteo en mi ser como si otro ser se estuviera gestando? ¿Dónde queda el derecho de seguir en letargo?
Insistirá.

Después de un tiempo colmará el aire, el entorno, mi propio cuerpo como si fuese un cuenco. Entonces, resignada, me entregaré sin queja. (No seré dueña ni podré controlarla).
Yo sé lo que me espera. Será como en los partos: a puro miel-dolor, dolor, miel y trabajo.

Mientras esté escribiendo viviré en un caos. Remolinos salvajes, vendavales de frío, suaves brisas de cálido, horas de insomnio o sueños… Vívidos, tan vívidos que dictarán finales, tal vez algún principio.

Al fin, derretida la escarcha que cubre superficies fluirán palabras, vivencias, signos. Fluirán, como el agua en los ríos.

Una vez cumplido el mandato (lo sé muy bien) volveré a ser vacío.

Para entonces, habrán quedado sensaciones, momentos, historias. Desprendidos, ya externos, seguirán perteneciéndome pero se alejarán de a poco para vivir lo suyo hasta quedar, por último, más ajenos que míos.

Conmovidos tal vez por la página en blanco, casi siempre dejan rastros. (¿Será para que pueda seguir diciendo algo?) Sabores similares al azúcar o al del mar en los labios; a veces un silencio, quizá cierto cansancio. Ecos extraños, imágenes, imágenes tan libres... como los pájaros en pleno campo.

Como doce caballos desbocados bajo una luna redonda mirando.

Nora L. Salgueiro es alumna del taller literario del gallego-argentino Carlos Penelas.