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Los profanos de la Justicia

martes, 04 de agosto de 2015
En la sociedad actual todavía somos muchas las personas legas en temas jurídicos, sin embargo, observamos la sociedad en la que nos toca vivir y, analizándola, comprendemos que el fin último de la justicia, que debiera ser conocer la verdad para dictar sentencia justas, dista mucho de alcanzar el objetivo previsto. ¿Cuál es la razón? ¿Son los jueces injustos a sabiendas y por ello prevaricadores? ¿Son las leyes tan ambiguas que caben interpretaciones tan sutiles que desvirtúen el veredicto justo? ¿Es la justicia el coto privado de los poderosos que la usan para realizar o justificar cualquier tropelía? ¿Es el arma de los políticos para sofocar los anhelos de los ciudadanos humildes? …

Evidentemente, caben muchas más preguntas. Lo cierto es que el descrédito y la impotencia de la ciudadanía ante tal espectáculo es cada vez mayor. Nadie en el siglo XXI debiera permitir que sean los partidos los que nombren sus órganos de gobierno con la consiguiente hipoteca, aunque sólo sea ideológica, perdiendo la objetividad que requiere su oficio. Un cuerpo judicial independiente del poder político, además de más racionalmente creíble, podría emitir resoluciones más justas.

Viene esto a colocación porque con frecuencia veo como auténticos golfos, con subterfugios desde los más sofisticados a los más burdos, con la ayuda de abogados mafiosos e inmorales, se escapan de las fauces de la justicia e incluso presionan, atosigan, y hasta cabe la posibilidad de comprar, sin que la justicia cumpla su sagrado deber que no es otro que ser justa.

En nuestra sociedad día a día nos encontramos con estos tipejos que alardean de sus tropelías sin pudor alguno y, aún más, con la caradura de acusar y acosar a sus contrincantes de los desmanes que ellos mismos practican desde tiempo inmemorial. ¿A dónde hemos llegado y permitido que estos individuos se condecoren a sí mismos con medallas de moralidad pública sin que la ciudadanía se enerve y diga lo que ve? Me recuerda aquel cuento del vestido invisible del rey. ¿Estamos todos ciegos o sólo nos sentimos tan defraudados e impotentes que aceptamos todo a pie juntillas? ¿A dónde vamos permitir que lleguen las infamias, los abusos y el nepotismo de unos reyezuelos tan engreídos y vanidosos como algunos que sufrimos día a día? Sin duda, a mí no me extraña que cuando alguien, limpio y sano en su proceder, se preste a servir a la ciudadanía, en cualquier faceta pública, y vea el comportamiento tan ruin y mezquino de sus convecinos, se canse, tire la toalla y dimita. No lo deseo y yo le agradezco la labor, pero reconozco que la mayoría de la ciudadanía no merece tantos sinsabores. Después nos quejaremos en el bar, que lo aguanta todo, de que nos gobiernan corruptos, golfos, indeseables…es lo que pasa cuando no valoramos en su justa medida a los honrados.

Y justo es aplaudir a los honrados y separarlos, para evitar contaminaciones, de los tramposos; pero claro, eso requiere ser hombre, no servil pedigüeño. Hasta para ser juez hace falta buscar la verdad más limpia y tener cada cosa en su sitio, mujer u hombre.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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