No al corralito

Entre los derechos económicos y sociales que postulan las diversas Convenciones debe añadirse un derecho de nuevo cuño que nunca se menciona. Se trata del derecho que tienen los ciudadanos a conservar los ahorros legítimamente adquiridos y no verse afectados por corralitos o injerencias indebidas de los gobiernos en sus economías privadas.

Las imágenes de Grecia en que ciudadanos angustiadas hacen cola para tratar de cobrar sus pensiones o no disponer de dinero para sus necesidades cotidianas. Los argentinos saben mucho de esto ya que debido a políticas desaforadas y demagógicas se vieron congelar los frutos de vidas de esfuerzos que quedaron en aguas de borrajas. Otro ejemplo fue Chipre y el que tenemos en la actualidad es el caso de Grecia.

Al convertir los DDHH en una bandera exclusivamente de la izquierda radical se ataca a los bancos sin comprender que el crédito es la sangre que fluye en la venas de la economía y que hay miles de trabajadores bancarios cuyas familias se nutren de su trabajo cotidiano. Es evidente y en esto concuerdan todos de derecha, centro, e izquierda que existe un derecho al trabajo pero no se menciona el derecho al ahorro y creo que ha llegado el momento ante los sangrantes ejemplos de Argentina, Chipre y Grecia de levantar la bandera de la defensa del ahorro.

El refrán dice: Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar.

En la campaña electoral del próximo otoño, los partidos viejos o nuevos, mareados o sin marear deben defender con uñas y dientes éste derecho al ahorro, a poder cobrar las pensiones y a que se tutelen la integridad de estas modestas sumas, aunque sabido es que a veces la avaricia humana nos conduce a disponer mal de nuestros ahorros o hacer inversiones en que el afán de lucro nos lleva al precipicio.

Este es otro asunto a debatir. Centrémonos ahora en insistir con tozudez baturra en el derecho sacrosanto que tenemos a conservar nuestros ahorros y si el ciudadano barrunta que un determinado partido atenta contra éste derecho olvidémonos de ellos y, pelillos a la mar, vayamos tranquilamente al cajero automático más próximo y en el momento de meter la tarjeta en el dispositivo recordemos las caras angustiadas de los ciudadanos griegos. Para muestra basta un botón. De acuerdo con los que claman por el derecho al trabajo, con acabar con el desempleo, pero no llevemos a la cruz de los Kirchner y Varoufakis a las clases medias trabajadoras.

(Joaquín Antuña es Presidente de Paz y Cooperación)