La rabieta

‎En los años del boom economico, la famosa burbuja inmobiliaria, los españoles sacamos pecho, nos consideramos los reyes del mambo. Se abrieron horizontes de prosperidad insospechados. De repente el tinglado se vino abajo y surgió el miedo y su expresión exterior, la indignacion. Los corifeos del caos brotaron por doquier se amontonaron en las plazas y clamaron por un cambio desesperado.

Salieron de sus sepulcros las viejas ideas anarquistas y el viejo orden político que ensangrentó a España durante la terrible guerra civil. El truco es que se reviste de cambio lo que es redescubrir el pasado de Tierra y Libertad y de la anarquía del siglo XIX y de las tiranías del siglo XX. Se llaman movimientos espontaneos de gente en su mayoría joven que se resisten a aceptar que este mundo no es un universo de Jauja y que desean hacerse con el poder a toda costa para paliar su falta de ideas, que se esconden tras slogans vacíos de contenido.

Entienden democracia como destrucción de lo instuido y creen que el capitalismo salvaje, el mismo que les hizo soñar en nadar en la abundancia es el culpable de todo‎s sus males. Se resisten a apelar a la creatividad, al esfuerzo, al estudio, al trabajo, para ellos apelar a un difuso populismo donde impera el feismo, la chabacanería y la faciloneria.

La ciudadanía debe abrir los ojos y no dejarse engatusar por estos falsos cantos de sirena que no pueden resolver sus problemas actuales, que cierrtamente no se mitigarán organizando gigantescos orgullos gays, las bacanales del imperio romano. No hay nada nuevo bajo el sol. Ni buscando fórmulas milagreras que han llevado a algunos países a corralitos, presos políticos y racionamientos y a un empobrecimiento del mundo de las ideas imponiendo el pensamiento unico.

La rabieta debe terminar y ser aceptada. No busquemos salvadores desconocidos que abjuran del jabón y del trabajo y con el farol de Diógenes busquemos soluciones que empiecen por tener sentido comun.