Tengo que reconocer que me sorprendió notablemente leer que el Grupo Provincial del PSOE incluyó a Manuel Martínez, con todo lo que pasó. Qué generosos, le han incluido como un colega más a pesar de echar pestes de él, pensé, si bien con cierta reticencia porque si por algo se caracteriza la cochina política a la que nos están acostumbrando es por no poder contar con la bondad natural del individuo, y mucho menos de la organización.

Fue el artículo de Quique Souto del domingo en La Voz de Galicia el que puso las cartas sobre la mesa y me aclaró la cuestión de por qué no procede la expulsión de Martínez del PSOE por su rebeldía, aunque imagino que sería complicado encontrar en los estatutos del partido un argumento, ya que lo suyo sería largar a los otros 10 que fueron los que no cumplieron lo que se votó en su momento.
La cuestión es que la normativa electoral consideraría un tránsfuga a Martínez, en caso de expulsión del PSOE, y automáticamente su voto no valdría para una moción de censura. He ahí la realidad, pura y simple, y no la generosidad de un Besteiro que sigue doente, y lo que le queda.
La moción de censura, esa herramienta que se supone que es para castigar malos gobiernos y no para recuperarlos si el enfermo cura, está más regulada ahora que hace unos años para evitar que cosas como las que ocurrieron por España adelante se repitan. En una maniobra que es la constatación de que lo que cuentan son los partidos y no los cargos electos, la ley parece considerar que el que se revuelva contra los suyos ha de ser apartado, y por eso viene a decir que su voto no contaría.
En la práctica, supondría que para una moción de censura en lugar de los 13 votos habituales (en una corporación de 25) necesitarían 14. Y esos no los tendrán porque es matemáticamente imposible.
Queda resuelto pues el gran misterio de por qué las medidas disciplinarias se aparcan. Un cálculo político (equivocado) creó este problema, ya que las absurdas tácticas de Besteiro, quien parecía no saber con quién se jugaba los cuartos, lo dejó sin honra y sin barcos. La primera la acumuló Martínez, y los segundos Elena Candia.
Ahora, quien ridiculizó al camarada Secretario General del PSOE gallego sigue codeándose con los del partido, y con más razón aún porque está demostrando que sabía lo que hacía. ¿El futuro? Una moción de censura sólo tiene cabida si el propio Martínez es el candidato a la presidencia. Desde el punto de vista del PSOE sería poner en semejante cargo a quien los ha traicionado (insisto que creo que quienes han violado la buena fe fueron los otros 10 diputados), y premiar la rebeldía, lo que es un caldo de cultivo fantástico para crear futuros problemas.
Pero hay muchos sueldos y mucha gente esperando como agua de mayo que pase algo: una desimputación, un chantaje lo bastante grande al BNG
Cualquier cosa vale para recuperar el poder. Ah, no, perdón, para gobernar para la gente. No sé en qué estaría yo pensando.