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España y Cataluña, y respeto mutuo

viernes, 19 de junio de 2015
Con frecuencia vivo una desafección, cada día más desafortunada y de reproches mutuos, entre Cataluña y España y viceversa. Flaco favor hacen los españolistas a ultranza menospreciando a conciudadanos catalanes, y no menor los independentistas radicales que culpan al resto del Estado de sus males. Nada hay peor en esta relación que los extremismos y las posiciones excluyentes. Lo que debiera ser una relación cordial, y hasta fraterna, se ha convertido, por las intransigencia de las disputas políticas, en una desconfianza que augura malos caminos.

Sin duda, Cataluña es, junto al País Vasco, hoy la locomotora económica de España que tira con mayor o menor fuerza del País; ahora bien, nada es gratuito. Su desarrollo se debe a múltiples factores, a lo que no es ajeno el esfuerzo de millones de personas, procedentes de todo el resto del territorio, que han contribuido y lo siguen haciendo, a ese grado de desarrollo que para sí quisieran otras comunidades. Cierto es que ese empresariado catalán o vasco también han contribuido a ello. No obstante, mal haría éste en no reconocer los esfuerzos económicos del resto del País.

Las instituciones españolas, sabedoras del espíritu emprendedor de ambas Comunidades, han apostado por ellas fuertemente dejando al resto del País sin otras inversiones que pequeñas migajas que no permiten olvidar una agricultura trasnochada. El paro, que tanto azota al País, sigue derroteros terriblemente trágicos azotando comunidades como Andalucía, Ceuta o Extremadura.

Cierto es que hoy Cataluña también presenta tasas de paro superiores al 20%, y sus índices de desarrollo humano pasan por un bache, debido en parte a la inmigración recibida, y por qué no decirlo, por una política cada día más orientada a fomentar la independencia que a solventar los problema de los ciudadanos; ahora bien a nadie se le escapa que, después de haber visitado toda España, Cataluña parece otro País muchísimo más próspero que el resto.

Y aquí se me ocurre que, aunque los estudios pongan por delante a Navarra, al País Vasco o incluso a Madrid en calidad de vida, observe por usted mismo si es cierto cuanto digo.

Nada contribuye al bien de ambas partes el convertirlas en contrincantes, porque evidentemente, las diferencias conviene pulirlas y aceptar las peculiaridades, no sólo de Cataluña, sino de cada región (El término autonomía no deja de ser un convencionalismo político). Sin embargo, quisiera yo que en mi Tierra, Galicia, pudiéramos disfrutar de las oportunidades de trabajo, gozar de un empresariado avanzado, nivel económico, desarrollo cultural y demás ventajas que disfrutan los catalanes, a pesar de la crisis y de los iluminados separatistas, más dados a verse agraviados, que a reconocer las necesidades reales de desarrollo del resto del País. Y a ambas partes les conviene una dosis de cordura.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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