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Los medios de comunicación y ETA

lunes, 11 de mayo de 2015
Nuca hice lo que hago hoy. Una reflexión escrita sobre el papel que jugaron los medios de comunicación social en aquellos años de plomo cuando ETA hacía y deshacía a su antojo. Salgo de mi retiro en este paraíso del norte Britoniense (provincia de Mondoñedo, costa Cantábrica) a raíz de una noticia nacional sobre "directores de los principales diarios vascos revisan críticamente su comportamiento en los años de plomo del terrorismo de ETA".

Mi compromiso personal en la lucha por la libertad y la dignidad en aquella Euskadi, pública y arriesgada, me permite ser partícipe en el debate, con razones de peso, lo que no me inviste de verdad absoluta, entre otras por tener conciencia intelectual de que a la verdad sólo se llega por aproximación.

Conviene situarse en la realidad social de aquellos años finales del siglo XX, en las provincias vascas y Navarra, si bien en esta última hacía tiempo que el nacionalismo vasco había perdido el apoyo popular y se institucionalizó el foralismo que era lo mismo que intentamos en Álava hacer desde Unidad Alavesa: Autonomía pero sin sometimiento, ya que el fuero es pacto y libertad.

La sociedad vasca estaba fragmentada en tres: los que sentían y vivían instalados en los principios fundamentales de la construcción nacional del Estado Vasco, les iba bien y algunos, incluso contribuían económicamente a la revolución que practicaba la vanguardia etarra; los que procuraban desentenderse y sobrevivir adaptándose, mandaban a sus hijos a las ikastolas para que les dieran carta de naturaleza vasca; los que nos habíamos sublevado y nuestras vidas eran objeto de ETA al ser declarados enemigos del pueblo vasco-su pueblo al más puro estilo doctrinario de Sabino Arana-

Los medios de comunicación también formaban parte de esta división y así se comportaban y así trataron lo que sucedía. Los asesinatos de ETA formaban parte de las páginas de los sucesos, y rara vez, hasta Ermua, se convirtieron en artículos de opinión y menos aún en primera plana editorial del medio. Si alguien quería sentir la solidaridad y el ánimo para enfrentarse al monstruo, había que leer prensa de Madrid, la prensa vasca o "pasaba por allí" o incluso, solicitaba un acuerdo para terminar con el terrorismo integral que se habían instalado en Euskal Herría como una subcultura convivencial.

Hago un inciso. Cuando me marché, voluntariamente, de Euskadi, en septiembre del 2002, le remití una carta personal a un conocido periodista, hoy con un alto cargo profesional en un medio muy influyente de Euskadi, dónde le ponía las peras al cuarto y le recordaba como mi vida y mi conducta habían servido para que gentes como él, algún día encontraran la paz, pero no la de los cementerios o la de la rendición a la doctrina nacional de los descendientes de la costilla de Aitor. A otro, de una delegación de un periódico nacional-español- le acusé de señalarme para que ETA pudiera encontrarme, si le apetecía, fuera de aquella Álava que abandoné para venirme a mi tierra, vivir y sentir los aires de libertad que había perdido durante doce largos años de mi vida.

Hoy la paz es un hecho que sólo tiene pendiente la entrega de las armas por parte de ETA y una cierta generosidad con los presos, cuestión harto complicada por las gravísimas heridas que dejaron en las víctimas de un proceso en el que siempre mataban los mismos y siempre morían los mismos, pues no hubo como en Irlanda, intercambio de muertos entre dos bandos.

Los medios de comunicación social vascos tuvieron una actuación a veces miserable. El asesinato no pasaba de ser una noticia en las páginas de los sucesos. La dependencia socio económica de los medios del poder, que gestionaba el partido hegemónico (PNV), hacía que fueran cómplices intelectuales para alcanzar una solución al problema vasco que debía ser pactada y administrada con la indispensable presencia del PNV, a quien nunca señalaron como coincidentes ideológicos en el fin de la Construcción Nacional, el adoctrinamiento de la juventud o el desprecio manifiesto a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, a las que consideraban provocadoras y con riesgo propio de su cometido, dicho de otra forma, no valía lo mismo un muerto civil, político, que un guardia, un militar o un policía.

Cuando se firma el Pacto de Ajuria-Enea, en el que participo durante diez años, los medios de comunicación vascos, asumen que se trata de un conflicto entre el Movimiento de Liberación Nacional Vasco y España, en ningún caso se atreven a profundizar editorialmente sobre la subcultura de la violencia de toda índole que se ha instaurado en Euskadi, dónde se ha pervertido gravemente el concepto de democracia.

Son los periodistas de los medios nacionales, que viven en Euskadi, los amenazados. Los que tienen carta de naturaleza vasca, lo serán muy a última hora, desde el momento en que surgen las desavenencias entre PNV y ETA y convierten al Consejero del Interior -Atucha- en objetivo de ETA y de inmediato a la propia policía autónoma vasca.

A lo que se añade, cómo algunos medios sirven para señalar los próximos objetivos de ETA, incluso con soflamas en las que todo aquel que no es colaborador necesario del nacionalismo es un facha, por ser Español y Constitucionalista. Para ser progresista hay que asumir una parte de los postulados de la doctrina del PNV en la que ETA son los chicos descarriados a los que en alguna ocasión Arzalluz aconseja no deben dejar la lucha, en la medida que tal es útil para poner a Madrid en tesitura negociadora.

El tratamiento de los medios de comunicación social fue cambiando, y sobre todo a partir de la revuelta popular de Ermua, o de la colaboración internacional tras los atentados de las Torres Gemelas, que supone el fin de la impunidad de una organización que en los Estados Unidos de América colaboraba, con dinero a las campañas presidenciales, o en determinadas repúblicas latino americanas estaban protegidos sus intereses económicos o sus refugiados.

La historia del conflicto vasco es una de las páginas más bochornosas que están por escribir. No creo que sean los periodistas de aquellos medios, clientes o colaboradores silentes del país de los vasquitos y nesquitas, los más indicados para ser notarios de lo que aconteció mucho más allá de la desaparición del franquismo y la instauración de la democracia, que en Euskadi tenía:

Cuatro Parlamentos. Cuatro Gobiernos. La mayor autonomía, autogobierno y autofinanciación de las regiones de Europa. Un Estatuto de Autonomía que contribuyó gravemente al Estado asimétrico, y dónde el concepto de ciudadano requería de una especie de certificado de buena conducta expedido por el Nacionalismo Vasco; por cierto, de derechas, y colaborador necesario del PP y del PSOE en el Parlamento de Madrid.

Es pronto o tarde. Pronto para hacer una reflexión sincera sobre la responsabilidad de los medios de comunicación vascos, dónde aun están muchos de los que jugaron a nadar y guardar la ropa. Tarde para reconocer que todo aquello, dónde algunos se jugaron la vida, a los medios de comunicación no les preocupaba tanto como las páginas económicas o las del deporte vasco, dónde hasta el futbol formaba parte del tinglado nacionalista para presionar a los que debían cambiar o de actitud o de residencia.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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