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La piel del oso

miércoles, 06 de mayo de 2015
‎Desde la distancia, a vista de pájaro, a veces se divisa mejor el panorama y se despeja el árbol que no te deja ver el bosque. Estamos a pocas fechas de unas elecciones municipales de capital importancia en España y que recuerdan los famosos comicios que trajeron la República a España con un muy optimista catorce de abril.

Es cierto que son momentos históricos diferentes y que el progreso alcanzado en cerca de un siglo han difuminado el lóbrego enfrentamiento de las dos Espanas, la muy monolítica de unidad y conservadurismo aferrada a la cruz y la espada y la de país rompedor libertario y anarquista que postula grandes cambios y no deja títere con cabeza. La línea divisoria es la renuncia a imponer su España a sangre y fuego como sucedió en la tremebunda guerra civil del millón de muertos y sufrimiento y venganzas sin piedad. Tiempos nuevos propiciados por un hedonismo generalizado y un ascenso imparable de la condición femenina.

La crisis económica europea y la corrupción generalizada han creado un clima propicio para un cambio profundo, que se traduciría en la ruptura del bipartidismo, el sistema político que ha dado estabilidad al país después de la transición a raíz de la muerte en 1975 del general Franco.

Dos movimientos aparecen como por arte de birli birloque encarnados en dos hombres jóvenes en la treintena, dos Juanes sin miedo: Pablo Iglesias y Albert Rivera, cuyas ideas arrastran a millones de compatriotas y suben como la espuma en las encuestas de intención de voto.

El bipartidismo de las promesas incumplidas, de los recortes y de las privatizaciones por un lado y por otro de la mala gestión economica, del despilfarro y el paroxismo de las libertades parece entrar en crisis y dos nuevos partidos Podemos y Ciudadanos afloran con fuerza para acabar con la casta en el poder y efectuar una regeneración democrática en nombre de un cambio radical en un caso y sensato en otro.

Al parecer un camino de rosas,sino fuera porque una ceguera y una falta de experiencia política pudieran dar al traste con las aspiraciones muy legítimas de ambos. El error de estrategia en Iglesias es su ambición de ocupar el centro político abandonando su crítica acerada al partido socialista e incluso como en Murcia llegando a pactos preventivos contra el partido popular y en Rivera es en dar la impresión que los votos que recoja que vienen claramente de un caladero de derechas y de desencantados del partido popular puedan servir para aupar al poder al PSOE certificando un divorcio entre su militancia y sus votantes. Estas dudas muy legítimas pueden dar al traste con las legítimas aspiraciones al cambio que efectivamente se respiran en España.

Iglesias y Rivera y sus asesores y corifeos deberían reflexionar ante la enconada campaña electoral que se presenta y meditar en el viejo refrán de que no se reparte la piel del oso antes de cazarlo. Primero tienen que conquistar los votos de populares y socialistas y luego pueden centrarse y legitimar a unos o a otros en nombre de la corrección democratica, pero lo que no pueden hacer es darnos gato por liebre a sus partidarios, ya que si detrás del gorro frigio republicano de Iglesias se adivina una acomodada corona borbonica y si en el horizonte próximo de Rivera se intuye un frente popular entonces los electores se decantarán el último momento in extremis por el bipartidismo. Asi es que, para sus mentores, ojo con los refranes de rancio abolengo como el de la piel del oso y del simpático gato que no quiere terminar como la liebre en las fauces de un espejismo.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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