Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte
La palabra recordar viene del latín recordari; re, de nuevo y cordis, corazón.

Recordar quiere decir por tanto, mucho más que tener a alguien presente en la memoria, mucho más que evocar un hecho del pasado; recordar es volver a pasar por el corazón.
Así, en la tarde de ayer, bajo la entrañable higuera de Santa Cecilia, en la casa blanca abierta al sol, centro de encuentros y sensibilidades, nos reunimos un grupo de amigos para recordar a Luís Mera, para traerlo nuevamente a la memoria y para traerlo nuevamente al corazón- si es que desde que se fue, hace a penas dos meses, hemos dejado de hacerlo-.
Suenan, mientras escribo estas líneas, los compases de la evocadora Rapsodia Cubana de Lecuona, la música que acompañó la celebración de entrega de la insignia de oro de la ciudad a Luís, en un acto que tuvo lugar hace dos años el día de San Julián y que fue resumen de su trayectoria cultural y también humana, el reconocimiento de su entrega absoluta a la ciudad que él tanto quiso. Mientras suena esta hermosa melodía, acuden a mí innumerables escenas vividas con Luís, en torno a Luís, el hombre conciliador que sabía contagiar todo el entusiasmo para poner en marcha cada proyecto. Cuando él llamaba, acudíamos todos
y así, siguiendo su voluntad expresa, acudimos nuevamente a su último requerimiento para elevar una clara copa de vino -fruto de vides y cosechas- testigo imprescindible de encuentros y brindar todos juntos por su nuevo palpitar entre nosotros, por su memoria, por su recuerdo... Un recuerdo que es tan nítido, tan preciso, tan presente que convierte su ausencia en una incierta y lejana ensoñación. El sigue estando entre nosotros. Entre nosotros, los que lo hemos conocido y lo hemos querido, estará ya por siempre.