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Acercar mundos

martes, 31 de marzo de 2015
Pues sueño contra sueño es la vida.
Arturo Cuadrado Moure


Es el valor de la cultura, entendida como redes de acercamiento para compartir experiencias, apreciarlas y enriquecer el propio acervo, dentro del respeto por la diversidad humana... Esa forma de cultura mezquina, que algunos proponen e impulsan bajo banderas de nacionalismos trasnochados, es mala ficción onanista del mundo y de la multiculturalidad que lo cohabita; es agresión más que entendimiento.
Pudiera resultar extraño que aquí, en el finisterre austral o Último Reino -como se llamó a Chile durante el Virreinato del Perú-, estemos nosotros empeñados en unir, a través de la palabra, del mito fundacional y de la imaginación creadora, los dos confines donde laten nuestros sueños: el Chiloé del extremo sur –Nueva Galicia- y la Galicia Atlántica de Rosalía y Castelao. Invitamos a conocer estos confines, que hemos intentado aproximar, desde el ensayo investigativo, en el libro “Chiloé y Galicia, Confines Mágicos”, editado en Santiago de Compostela (1997) y en Vigo (2008), disponible en versión PDF, gratuita, en el ancho universo de la Web.

Y no sólo eso. Contamos con dos obras más, a saber: “Chile a la Vista”, conjunto de crónicas del notable escritor gallego, oriundo de Ourense, radicado por medio siglo en Buenos Aires, Eduardo Blanco Amor, libro editado en 1951-1953 (Editorial del Pacífico, Santiago de Chile); y en 2003 (Editorial Galaxia, Vigo, Galicia; esta última, edición íntegra, a cargo de quien pergeña esta crónica)… Y “La Feria del Mundo”, selección de más de trescientos artículos periodísticos de Ramón Suárez Picallo, diputado de la Segunda República española, orador insigne y fino cronista, que vivió dieciséis años de exilio en Chile, donde se dio maña y derrochó talento para escribir más de un millar de crónicas, sobre los más diversos tópicos, entre 1940 y 1956.

Ayer, en la tertulia que animamos, semana a semana, en el Café Hamburgo, comuna de Ñuñoa, nos acompañaron dos invitados especiales: Begoña Pereira y Antonio Chaves, gallegos de Vigo y ciudadanos del mundo… El café lleva el nombre del viejo puerto teutón, lugar de arribo, zarpe y confluencia de muchos pueblos y culturas a lo largo de los siglos. ¿Coincidencias? No existen. Como dijera un poeta indio “Coincidencia o casualidad, así llamamos a los hilos secretos con que se teje la vida”.

Antonio abrió la conversación, refiriéndose al gran gestor cultural que fuera Arturo Cuadrado Moure, de quien escribe, en su opúsculo Mar azul/ Cielo azul/ Blanca vela, que me ha dedicado con un bello dibujo marino, hecho en trazos vertiginosos, confirmando su oficio de pintor y dibujante, además de escritor:

“Arturo Cuadrado Moure, poeta, escritor, articulista, crítico de arte, prologuista, orador, locutor de radio, conferenciante, animador sociocultural e intelectual comprometido, nació en Denia (Alicante), el tres de mayo de 1904… Hijo de Cruz Arturo Cuadrado Miján, madrileño, y de Mercedes Moure Carollo, natural de Santiago de Compostela… Como bien dejó señalado: Mis ojos nacen en el mar Mediterráneo. Ahí se forja quizá uno de mis sonetos más perfectos. Cuyo primer endecasílabo es ‘Mar azul. Cielo azul. Blanca vela’… Desde esa metáfora se forjaba mi destino de poeta, es decir, no ver las cosas como son, sino como el deseo de cómo deben ser…

“Pero hoy, ahora, y también antes, el salto que uno da es el del vértigo y retorcimiento por la muerte y ausencia del amigo, del hombre –que no del poeta- enfrentado a la mediocridad de un tiempo y de una tierra… Son instantes para recordar a quien mantuvo elevada e inalterable la bandera de su signo, de su ensueño, corroborando su altura de miras. Altura de miras de un intelectual –no se olvide- vinculada a la Generación del 27, a la generación de la España Peregrina…”

Y en esa Buenos Aires que los paisanos intelectuales bautizaron como la “Atenas de América del Sur”, desde antes de la Guerra Civil, comenzó a fructificar una sobresaliente generación de artistas, poetas y escritores, cuya culminación creadora se dio en la extensa posguerra, la “noche de piedra” del franquismo. Arturo fue uno de los más activos aglutinadores de ese proceso, con sus dotes polifacéticas y su incansable empuje y proverbial valentía. Rafel Dieste, Alfonso Castelao, Luis Seoane, Lorenzo Varela, Ramón Suárez Picallo, y muchos otros, compartieron y acrecentaron su afán…

Y Eduardo Blanco Amor, por supuesto, cuyo libro “Chile a la Vista” estuvo ayer, jueves 4 de diciembre de 2014, en nuestras manos: la edición de Editorial del Pacífico (1951), a cargo Antonio; la de Galaxia (2003), para este cronista.

Antonio leyó el emocionante texto referido a la llegada de Blanco Amor a Chile y su encuentro con Ramón Suárez Picallo, en nuestra Plaza de Armas, y la exaltación que éste hizo de las bondades hospitalarias de Chile, prodigadas a los republicanos españoles desde el arribo del Winnipeg, el “barco de la esperanza”, en septiembre de 1939… Apasionado, a ratos vehemente, Antonio Chaves habla de aquellos intelectuales comprometidos en la lucha por la justicia, que entregaron con generosidad los frutos de sus talentos, sin claudicar, aunque terminaran –como Eduardo, hijo pródigo de la mítica Auria (Ourense); como Arturo- en el olvido y el abandono del “oficialismo gallego”, entronizado sobre los despojos de la lucha libertaria.

Y yo, con el prurito de regresar a los confines, leí la curiosa experiencia de “sobrevida” o resurrección de Blanco Amor, cuando despierta de un sueño de plomo, luego de larga tempestad en los canales del sur de Chile, y observa desde la borda del barco el paisaje idílico y brumoso de Ortigueira, reflexionando, en la confusión de su pasmo, que ha vuelto a la niñez en brazos de la Parca… Pero un manotazo inesperado en su espalda y la voz del capitán, en cantarino acento chilote, lo sacan de su ensoñación: -“Aquí no está usted en su Galicia natal, señor… Aquí estamos en el puerto de Quellón, en Chilo酔
Y Blanco Amor concluye aquella crónica entrañable, manifestándole al lector que ya nunca podrá escribir con imparcialidad sobre Chiloé, pues se le había arraigado para siempre en el corazón.

Las dos horas prefijadas para nuestra tertulia volaron como golondrinas presurosas. Tuvimos apenas tiempo para recordar la amistad de Eduardo con Federico, y recitar el primero de los Seis Poemas Gallegos que García Lorca escribiera, en 1933, en Compostela, el “Madrigal á Cibdá de Santiago”, que gustó particularmente a las hermanas Patricia y Verónica Tagle, nietas de Pablo de Rokha, para quien también hubo palabras encomiásticas al finalizar la reunión, del propio Antonio, de Guillermo Martínez y de Juan Pablo del Río, recordándonos que el gran poeta jamás claudicó en sus ideales de luchador social, ajeno a todo oportunismo o componenda con los poderosos.

Poesía y crónica. Viaje y aventura fundacional. Los gallegos van y vienen; siempre traen en su fardel de pescadores una liza invisible con la que estrechan y vinculan los mundos de esta pequeña esfera azulada que llamamos Tierra.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


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