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¿Desaparecerá Galicia?

viernes, 06 de marzo de 2015
Hoy hablamos de los celtas y de los visigodos, etnias que desaparecieron hace siglos, cuyos vestigios genéticos se hallarían entre los gallegos y españoles de hoy, más como hipótesis que certeza científica, más como imaginería mítica que como rasgos étnicos sujetos a comprobación. ¿En cuántos años o décadas más se hablará de los gallegos como etnia extinguida, de su lengua como remoto medio de comunicación y de imaginería para nominar el mundo?

No lo sabemos a ciencia cierta, aunque las predicciones, basadas en demoledora estadística actual, no resultan halagüeñas.

Hace quince años, con ocasión del Curso de Lingua e Cultura Galega para Extranxeiros, del ILGA, en Santiago de Compostela, hablamos de este delicado y controvertido tema con nuestros profesores y amigos, Maricarme Pazos y Xesús Domínguez, en las encendidas tertulias después de clases. El ambiente de aquellas reuniones no era pesimista, como las conclusiones de hoy. Nos apoyábamos en escritores como Álvaro Cunqueiro, en su célebre exhortación: “Mil primaveras máis para a lingua galega”, y en ese optimismo equívoco que surge del amor ultramarino por las raíces de la estirpe.

Ayer leí, con verdadera desazón, un artículo de El País, “La España terminal”, notable crónica de Luis Gómez, del que extraemos lo siguiente:

Lugo, Teruel, Zamora, Ourense y Asturias, las provincias que más pierden
Todos los estudios señalan a Lugo y Ourense como las más afectadas. Y numerosos autores se preguntan cuántos gallegos habrá dentro de varios decenios. “Haría falta una inmigración neta anual de 20.000 mujeres para mantener estable el número de nacimientos hasta 2050”, ha llegado a calcular Xoaquín Fernández Leiceaga, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Santiago y diputado autonómico socialista. Fernández establece una dura previsión para el futuro de Galicia en uno de sus trabajos: “Galicia gira alrededor de la autopista atlántica: el resto será paisaje”. “Puede parecer una frase excesiva”, dice, “pero lo que es evidente es que la población se concentrará en esa franja atlántica y en un periodo de 10 a 15 años su peso será superior. No tendrá unos efectos dramáticos porque la población de las zonas rurales ya está inactiva. Habrá una mayor actividad forestal, que tirará poco del empleo, algunas cabeceras de comarca que serán más dinámicas, pero, sí, se consolidará el paisaje”.
El paisaje gallego que describen los expertos es preocupante: el 85% de los municipios (que agrupan varios pueblos y aldeas cada uno) tiene problemas, tal y como lo describe Julio Hernández Borge, coordinador de la cátedra Unesco de Migraciones, quien en su obra “Galicia, unha poboación aventellada”, señala 211 municipios con más del 20% de personas de 65 años en adelante, 168 con más del 30%, 54 con más del 40% y tres, con más del 50%. Cuando escribió el libro, fechado en 2010, solo había un municipio con más del 50% de población mayor. Al revisar sus datos para 2011, aumentaron a tres. Están en Ourense. Son A Teixeira, San Xoan de Rio y Lobeira.
Harían falta 20.000 mujeres más al año para mantener la población gallega.
La prensa local se ha hecho eco de la vida en estas poblaciones, señaladas con el dedo del demógrafo. Así el diario La Voz de Galicia glosaba el pasado junio la mejor noticia sucedida en mucho tiempo en Teixeira: el nacimiento de Tomasina, hija de una inglesa y un catalán, dos artesanos que emigraron a esta zona de la Ribeira Sacra. El alcalde, el popular Miguel Antonio Cid Álvarez, era capaz de decirle a los periodistas, uno por uno, los niños -“rapazones”- que hay en A Texeira y alrededores. El censo refleja una población de 406 habitantes, 219 de los cuales (el 54%) han alcanzado la edad de jubilación.
La Xunta de Galicia emprendió hace un año un Plan de Dinamización Geográfica sin consenso, cuyos resultados no podrán evaluarse, según la Consejería de Bienestar, hasta 2016. Entre las 69 medidas está la divulgación de anuncios en prensa y televisión animando a la población a fecundar hijos, una estrategia que los demógrafos consultados consideran inútil. Castilla y León propone medidas para cuando el PIB de la región crezca a un ritmo superior al 2,5%, un hecho improbable en estos años. (Hasta aquí la cita).


En los cursos de lengua y literatura gallega, que impartimos, durante once años (1998-2009), en el Centro de Estudios Gallegos de la Universidad de Santiago de Chile, escuchábamos a los jóvenes alumnos que soñaban con insertarse en Galicia, sobre todo luego de asistir a los cursos de verano en Compostela. Volvían encantados con la tierra de nuestros devanceiros, aun cuando en su mayoría no tenían ascendencia gallega. En contraste, fueron muy escasos los estudiantes hijos, nietos o biznietos de gallegos que se inscribieron en nuestro programa –gratuito, por cierto-, mostrando ya el alejamiento de sus raíces lingüísticas y culturales que exhiben los descendientes “españolizados” de algunas colectividades galaicas en Hispanoamérica. Pero esos discípulos chilenos, con algunos de los cuales todavía suelo reunirme, creían posible transformar aquella fascinación que lográbamos traspasarles, en móvil para cruzar el charco y asentarse en las viejas comarcas de Breogán, para vivificarlas con nutrida prole, tal como hicieran, en un pasado no tan remoto, durante dos siglos, nuestros antergos, que prodigaron en la América del Sur sus fundaciones, que nos trajeron la magia del idioma rumoroso y el calor perdurable de su lareira.

Se hablaba entonces de planes de inserción, de programas de ayuda para establecerse al otro lado del mar; una suerte de proyecto de proliferación de savia joven en el cuerpo añoso de la anciana Galicia. Aquello resultó, como tantas iniciativas de sello político circunstancial, letra muerta sobre folios amarillos…

Uno de mis más entusiastas alumnos, Cristián Loyola Carvallo, administrador público titulado en la USACH (Universidad de Santiago de Chile), lleva varios años intentando materializar su propósito de asentarse en Galicia. Lo que comenzara como apasionada iniciativa, hoy se ve tal si fuese un sueño utópico, alejado de cualquier realidad tangible, porque las oportunidades allá se ven cada día más remotas.

Frente a este grave drama poblacional que viven Galicia y otras regiones rurales de España, cabe preguntarse por qué la clase política -tirios y troyanos- no ha sido capaz de articular estrategias de presente y futuro con miras a evitar una tragedia terminal, cuando parecen preocupados y sumidos en el inmediatismo económico y en esas falsas cifras o porcentajes de supuesto “crecimiento anual”, que sólo nutren los intereses bastardos del “capitalismo salvaje global”.

Carecemos de respuesta, y esa inquietante pregunta sigue resonando en nosotros, como las campanas de Bastabales que repicaban a muerte en el corazón de Rosalía:
¿Desaparecerá Galicia?
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


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