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Prótesis

viernes, 13 de febrero de 2015
Como a Raphael, se me cayó un diente, no sobre el escenario sino en un plato de papas fritas. Tuve que recurrir a don Sergio, viejo y experimentado “mecánico dental”. Me atendió en su taller-consulta ubicado en el vigésimo piso de un edificio erigido en calle Santa Isabel. Nada más abrir la boca, me dijo: -“No tense los labios; usted está estresado con el terremoto… No me diga que le da miedo estar a veinte pisos del suelo…” Don Sergio me hablaba como suelen hacerlo los dentistas, sin pausa y sin respuesta, porque el interlocutor está privado de responder, como no sea un gutural mmm...

Después tuve una hora completa para hablar, mientras él movía sobre el mesón sus pequeñas y hábiles manos, recomponiendo la pieza… Pero don Sergio metía baza, sin tregua, contándome historias del oficio que ha ejercido durante cuarenta años. –“Antes se hacían estos dientes de porcelana, cuando no había acrílico. Eran mucho más pesados, pero de material más noble; no se teñían con bebidas o alimentos ingeridos ni cambiaban de color con el tiempo… Claro que eran más quebradizos… Mire esta placa”- Don Sergio extrajo de un cajón del armario una sonriente placa de perfectos dientes… -“Mire qué lindos, son alemanes legítimos”- me dijo, con un gesto de orgullo teutón. –“Ya no se usan…”- Miró hacia la ventana y sus ojos se encendieron de nostalgia. –“Esta placa fue de un amor de mi primera madurez -(¿hay acaso una segunda?, pensé…)-, se llamaba Rosa Esther y yo se la construí como regalo en su cumpleaños cuarenta y ocho… Mire usted, don Edmundo, antes se perdía los dientes más temprano que hoy…”-

Verdad que era bonita la placa, como la dentadura inmaculada de una actriz de cine, la de Elizabeth Taylor, por ejemplo… Pensé cómo se vería aquella prótesis germana circundada por unos labios carnosos y sensuales… Como si hubiese escuchado mi pensamiento, don Sergio dijo: -“Rosita era la amante ideal, jamás exigía ni apremiaba, y nadie como ella para besar”- -¿Y por qué la dejó, entonces? –“Porque castañeteaba los dientes cuando bebía aperitivos; es algo que no soporto, sabe...”-

Don Sergio me cobró barato por la reparación. Me dijo que sentía mucho no poder aceptar mi convite a Bar Amigo… -“Hace cinco años que el médico me prohibió el alcohol; tengo hígado graso y casi las emplumé debido a una crisis hepática.”- A punto estuve de sugerirle que cambiara de médico, pero me contuve.

Al despedirme, aclaró: -“Cambié el trago por el cigarro… Lo único malo es que se me pusieron los dientes amarillos…”- Y me regaló con una sonrisa triste y antigua que deslucía ante la placa de porcelana de Rosa Esther.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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