La Biodiversidad: Un compromiso ético por la vida

La biodiversidad es el mayor tesoro que tiene la vida en la Tierra. Tantas y tan variadas especies integradas armónicamente y magistralmente las unas con las otras, en una especie de equilibrio cósmico y universal de tal suerte que, la existencia de una especie depende de la existencia de otras y así, sucesivamente hasta llegar al hombre que por su hegemonía, ejerce un liderazgo sobre las especies que, ineludiblemente debe estar basado en el respeto a su existencia y protección del hábitat que las sustenta.

Es difícil, cuando contemplamos la biodiversidad que puebla la Tierra, imaginar que tanta belleza sea fruto de la casualidad, de la adversidad o una simple evolución focalizada en un minúsculo fragmento nacido tras el caos del Big Bang o creación del universo. Si anterior al universo, la única existencia posible y constatable era el tiempo y a partir del Big Bang se creó la materia como un nuevo elemento, no es posible desligar que la vida contiene o fusiona ambos elementos, es decir: materia y tiempo. Por tanto es predecible, o al menos una teoría tan valida como cualquier otra dado que ninguna ha sido probada, que la vida fue la causa que originó el universo y no al revés.

Por algún extraño sortilegio, la especie humana ha desarrollado un intelecto que, hasta el momento, ninguna otra especie que puebla la Tierra ha sido capaz de desarrollar. Este hecho, de alguna manera tiene que condicionar la relación del hombre con el resto de las especies, o para decirlo sin ambages, si no es posible imaginar el universo sin la presencia de Dios, necesariamente el hombre debe asumir un mandato sobrenatural para proteger la vida en la Tierra.

La relación del hombre con la biodiversidad, debe estar presidida por un compromiso ético de respeto a la vida y a la dignidad. En esto no es posible ni tibiezas ni componendas. Se esta o no se esta con la vida, al igual que se esta o no se esta embarazada. No cabe estar algo embarazada, ni cabe estar un día en una manifestación a favor de la vida, al otro día estar fumándose un puro en una corrida de toros y al otro tomándose unas migas en una partida de caza. Se esta a favor de la vida, de la biodiversidad y de la dignidad de los animales, o no se esta.

Si uno acepta la grandeza de la vida y nuestra responsabilidad con ella, ciertos hábitos y eventos tienen que modificarse. No es posible llamar deporte a las masacres que se llevan a cabo en una partida de caza sólo por divertimento. El deporte es una apuesta por la vida, y la caza tal como la conocemos actualmente, un evento por la muerte. Y en la fiesta de los toros no han grandeza ni faenas lucidas; la única faena es la que se le hace al toro en nombre de una tradición extemporánea. Hoy es tiempo de compromisos y hay que comprometerse con la biodiversidad y con la vida. No es posible permitir por más tiempo que las autoridades refrenden con su presencia un ritual en contra de la vida y de la dignidad de los animales. Ciertos personajes públicos deben reconsiderar su presencia en las corridas de toros y tomar conciencia que su presencia irrita sobremanera a muchos ciudadanos.

A ciertos intelectuales que se jactan de su afición por el mundo de los toros, les pregunto ¿en nombre de qué intelecto o evolución humana justifican semejante bestialismo?. A los famosos, famosillos y famosetes les animo a que busquen mejores pasarelas donde lucir su estampa y que, públicamente renieguen de festejos donde no se respete la vida o la dignidad de los animales; eso si que les hará famosos, y, al público en general les digo que, no es posible disfrutar contemplando la agonía de un toro a no ser que se tenga un plus de maldad.

La biodiversidad espera de todos nosotros un compromiso ético por la vida y por la dignidad. No les defraudemos y apostemos, decididamente, por la alegría de vivir.