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La luna de los brotes fríos

viernes, 02 de enero de 2015
(A Lúa das Xemas Frías, Escolma de Poesía Mapuche, edición de Xulio L. Valcárcel, Espiral Maior, Poesía, 2008).

ALGUNOS SUEÑOS
Se van marchitando los sueños
de la vida
mirad arriba, al cielo,
cómo brillan algunos.
Debajo, lejos, el arco iris juega
con la oscuridad
mientras sobre las rocas canta
mi corazón confundido
¿Es éste el morir, el Sueño Azul?
pregunto a mis hermanos
de la Región Celeste.
Elicura Chihuailaf


El fino y hondo poeta –amigo entrañable da Terra Nai-, Xulio López Valcárcel, anduvo por este Último Reino del Finisterre austral en marzo de 2004, y así lo recuerda él en la introducción a esta antología bilingüe de cinco poetas mapuches, dos mujeres y tres hombres: “Viajé a Chile con la intención, entre otras, de cumplir un sueño adolescente: visitar la casa de Neruda frente al mar de Isla Negra. En el curso de una conversación con la pintora Marylin Marshall, en la que manifesté mi interés por figuras de la actual poesía chilena, me informó ella, al pasar, de la existencia de una cultura que no conocía: la mapuche. Unos días después, comiendo con el escritor chileno de origen gallego, Edmundo Moure, me confirmó aquello, agregando que era amigo de Elicura Chihuailaf y de Leonel Lienlaf, diciéndome: ‘Leonel tradujo al mapudungun el famoso poema de Curros Enríquez Do mar pola orela…, por encargo de Xesús Alonso Montero; esta gestión la concretaría mi alumna Paulina Valente Uribe, sobrina carnal de José Ángel Valente, nuestro gran poeta orensano’…”

Así nació esta notable iniciativa de Xulio, que contó con la colaboración atinada de Miguel Anxo Fernán Vello, poeta conocedor del universo cultural mapuche, que incluye textos de Elicura Chihuailaf, Graciela Huinao, César Millahueique, María Teresa Panchillo y Paulo Huirimilla. Hay más poetas de la etnia mapuche, sin duda, pero no fue posible obtener otros materiales para esta extraordinaria edición que, esperamos, no será la única.

La conquista de Chile por los españoles, iniciada en 1539 y concluida en las postrimerías del siglo XVII, dejó a los mapuches ocupando vastos territorios al sur del río Bío Bío. Esta etnia, representada por los Pehuenches (gentes de la montaña), los Picunches (gentes de la costa) y los Hulliches (gentes del sur), es considerada como la única del continente americano que no fue derrotada militarmente por la entonces mayor potencia bélica del mundo, España. Los hijos de Arauco –araucanos, como les llamó Alonso de Ercilla en el primer poema épico de América- constituyeron un pueblo indómito, cuya nación “no fue por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida”.

Sin embargo, a partir de 1861, un general del ejército chileno, elogiado por sus pares y laureado en la mendaz historia oficial de los vencedores, inició la llamada “pacificación de la Araucanía”, es decir, una cruenta guerra de exterminio y despojo que acorraló a los indígenas, privándoles de sus mejores tierras y bosques, propiedades que fueron entregadas, a vil precio, a criollos y mestizos adinerados, y a colonos alemanes, italianos y yugoeslavos en los territorios de Osorno, Valdivia y Chiloé.

Hoy, los mapuches oscilan entre 500 mil a 600 mil individuos; no hay datos precisos, porque la decadencia y abandono de su lengua nativa, el onomatopéyico mapudungun, y de sus otros rasgos culturales, hace que muchos de ellos se declaren simplemente “chilenos”, en una autonegación que mucho se parece a la padecida por los gallegos durante cuatro siglos. Y ya sabemos, a la luz de la penosa experiencia histórica de nuestra Amerindia, que el mestizo se erige siempre en el principal aniquilador de su ancestro indígena, por medio de esa actitud rastrera y servil ante el dominador que los mexicanos grafican en la figura elocuente del “hijo de la Chingada”.

Ni los gobiernos autoritarios de la derecha ni los republicanos del centro ni los representantes de la izquierda democrática, han hecho otra cosa que continuar con una política siniestra de destrucción paulatina de la cultura ancestral de los mapuches, bajo el demagógico expediente de “integrarlos”, o sea, de asimilarlos, para que dejen de ser mapuches y se transformen en este indefinido producto étnico de bisoños doscientos años de edad que llamamos “chilenos”, de espaldas a las culturas vernáculas, imitando puerilmente los modelos europeos, primero, y luego, abrazando el paradigma mostrenco de la Norteamérica del capitalismo salvaje.

No obstante, los mapuches no han abandonado la lucha. Se agrupan en torno al Walmapu, consejo unitario para la recuperación de sus tierras, y combaten, a través de manifestaciones callejeras en las ciudades de la Araucanía, especialmente en Temuco, y escaramuzas en campos y bosques hoy propiedad de latifundistas y de empresas forestales ligadas a las transnacionales. El Estado chileno los reprime, les aplica la llamada “ley antiterrorista”, cuerpo legal de suyo contradictorio y manipulado por sus propios tinterillos y funcionarios. La Derecha -¡cómo si no!- clama al cielo por más represión, por esa “mano dura” que tanto les gusta cuando es aplicada en la defensa de sus intereses.

Hace un mes, fue asesinado por la espalda un joven comunero mapuche; la policía adujo un ataque armado en contra de los representantes de la ley, pero no se encontraron vestigios de armas ni de pólvora entre aquellos campesinos en rebeldía, que enfrentan con palos y piedras al aparato policiaco-militar del gobierno de turno. Se ha llegado a afirmar que hay “terroristas de ETA asesorando a los mapuches”. El montaje de la tramoya no puede ser más grotesco, pero la opinión pública recibe a diario el mentiroso bombardeo mediático, y termina por creer que se está levantando una conjura indígena contra el orden establecido.

El año recién pasado nos visitaron dirigentes amigos del BNG (Bloque Nacionalista Gallego), entre los que destacaron la hoy eurodiputada Ana Miranda y el escritor Xosé Manuel Beiras. Ellos cumplieron citas con personeros de Walmapu, a quienes vienen asesorando desde hace cuatro años para la formación de un partido político que les represente en el Parlamento chileno, donde los mapuches y aimaraes del Norte carecen de voz y de voto. (Quizá Ana y Xosé Manuel sean citados a declarar por presunta complicidad terrorista. En todo caso –soy testigo presencial- ellos llegaron a Chile bien pertrechados de peligrosos libros y videos).

Después de esta inevitable digresión, vuelvo a los poetas de esta “Luna de los Brotes Fríos”, y escucho la voz certera de Xulio L. Valcárcel:

“Los mapuches, más allá de una situación política que niega sus derechos, sufren un proceso de transculturización, un proceso transitivo de una cultura a otra, que no consiste sólo en adquirir una nueva –en este caso la chilena- sino que implica la pérdida y el desarraigo de su cultura precedente… Esa preponderancia urbana olvida que la creatividad y originalidad literarias pueden surgir, tanto de las capitales, en contacto con las corrientes extranjeras, como de las periferias o regiones, que deben aportar su influjo en esa necesaria (e inevitable) dialéctica.”

“La marginalidad y persecución que padece el pueblo mapuche es comparada a la del pueblo palestino, por el documentalista y escritor Paulo Tótoro, quien señala que ambos pueblos sufren ocupación militar por parte de un invasor, y son dominados por medio de la creación de ghetos y eventuales campos de concentración…”

Con un puñado de ejemplares enviados por Xulio, presentamos, en el Centro Cultural de España, en mayo 2009, esta antología, ante un atento auditorio integrado por mapuches y chilenos del mundo de la literatura, sin otra difusión y resonancia que la surgida de nuestro inveterado entusiasmo. Destacamos allí lo expresado en el notable estudio hecho por Xulio L. Valcárcel respecto a la poesía mapuche, a su carácter de voz dolida y nostálgica, que busca una suerte de redención cultural enraizada en el pasado, pero que procura ensanchar caminos hacia un porvenir más venturoso para su pueblo.

Graciela Huinao leyó versos en mapudungun y en castellano; nosotros lo hicimos en gallego. La poesía, cuando vibra desde la profundidad del ser, se hace un solo idioma, universal y perdurable.

En este invierno del sur del mundo, mientras las autoridades de Chile preparan la conmemoración del Bicentenario (1810-2010), postergando, de manera ominosa, a la etnia que llevamos en nuestros genes más del setenta por ciento de los chilenos, concluyo esta crónica con un breve, lúcido y desgarrador poema de Graciela Huinao:
SALMO 1492
Nunca fuimos
el pueblo elegido
pero nos mataron
por la señal de la Cruz.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


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