Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

El Obispo Santo y los Normandos

lunes, 29 de diciembre de 2014
El topónimo Viveiro procede de las lenguas célticas, siendo una composición de las palabras Bi (montaña) y Ber (empinada), teoría que se refuerza al estar la localidad en la falda de montañas empinadas. Asimismo, en escritos antiguos, se escribía con frecuencia Vivero mediante las variaciones, Bibero, Bivero y Vibero.

El eje central del municipio es una falla terciaria que tiene origen en la Terra Chá con dirección sursuroeste - nornoroeste y orienta de este modo el valle del Landro y la Ría de Vivero.

Se cree que esta ciudad fue la antigua Flavia Lambris, pero no existen documentos que lo atestigüen claramente. Existió una ciudad romana en este enclave, pues se han encontrado vestigios de aquel pueblo y una calzada que llega hasta una de las puertas de la muralla. Existe la leyenda de que hubo antiguamente en este lugar una ciudad llamada Estabañón, en la actual parroquia de Faro, que fue devorada por una terrible marea. ( Leyenda que trataré en otra ocasión).

Hacia el año 844, la población de Vivero sufre diversos ataques por parte de vikingos, al menos en tres ocasiones. Sobre estos hechos, también se relata la leyenda del Obispo de Mondoñedo, San Gonzalo, del que se dice que logró hundir las naves vikingas y a su tripulación apelando a la intervención divina. (leyenda que nos ocupa ).

Durante la segunda mitad del siglo XV, Vivero fue escenario de la guerra civil existente entre nobleza y vasallos, conocida como Guerra Irmandiña. Dentro de estas revueltas, destacó la figura de Pardo de Cela.

En la Edad Media tuvo un recinto amurallado del que todavía se conserva buena parte así como alguna de sus puertas. Es una ciudad señorial, con calles pavimentadas con grandes losas. Hay también placitas recónditas, como la de Fontenova o la de Los cuatro linajes, además de la gran plaza Mayor también llamada de Pastor Díaz. Muchas de las casas son nobles, de piedra de granito y ostentan un escudo en la fachada. Otras son populares pero con el encanto de lo tradicional. Hay además toda una fachada de casas con galerías acristaladas y maderas pintadas de blanco.

Castro de Condomiás y Chao de Garita, en la parroquia de Boimente.
Castro de Pousadoiro, en la parroquia de San Pedro.
Castro da Croa, en la parroquia de Landrove
Castro de Casós, en el lugar de Fontecova, Vivero.
Castro de Sobreviva, en la parroquia de Galdo.
Castro de Cillero, en Cillero.
Castro de Faro, en la parroquia de Faro.

La ciudad estuvo circundada por altas y anchas murallas y torreones. Este recinto amurallado llegó a tener hasta seis puertas y cuatro portillos, que eran la puerta de entrada a las tres principales vías de comunicación. Las puertas eran:

La Puerta del Castillo del Puente (situado al inicio de la Calle María Sarmiento)
La Puerta del Vallado (situada al inicio de la Calle María de las Alas Pumariño)
La Puerta de San Antonio (situada al inicio de la calle Margarita Pardo de Cela)
La Puerta de Santa Ana (situada al inicio de la actual Calle Pastor Díaz)
La Puerta de Las Angustias (situada en la Calle Hermanos Vilar Ponte)
La Puerta del Santo Cristo (situada en la Avenida de Lourdes).

Iglesia de Santiago. Su portada principal se abría hacia el cantón de abajo de la plaza, mientras que sus tres ábsides miraban hacia el cantón de arriba. El edificio fue demolido en el año 1840.

Iglesia y convento de Santo Domingo

Iglesia de Santa María del Campo.-El edificio religioso más antiguo de la ciudad.Esta parroquia posee magníficos ornamentos y orfebrería, entre la que cabe destacar la gran cruz procesional, que data del Siglo XVI, una de las más hermosas de Galicia.

Iglesia y convento de San Francisco.

Monasterio de la Concepción

Capilla de la Misericordia.

El Monasterio de Nuestra Señora de Valdeflores.

Iglesia de San Pedro

Puente de la Misericordia. Se comenzó la construcción de este puente en el siglo XV, durante el reinado de Enrique IV de Castilla y se concluyó un siglo más tarde.

Casa de los Leones.- Se sitúa en el centro del casco viejo. Se trata de un antiguo pazo del siglo XVII.

Plaza Mayor.- La estatua es de hierro recubierta con una capa de bronce midiendo 2,80 metros. Fue moldeada por el escultor catalán José Campeny Santamaría y fundida en los talleres de Alejandro Wolgüemoutch, de Barcelona.

LEYENDA : El Obispo Santo y los Normandos

Esta leyenda la recogí en unos escritos del padre Isla que a su vez los había recogido de fray Prudencio de Sandoval, y debió tratarse de la flota del moro Abdelhamuyt, cuya derrota por aquellas épocas consta en las crónicas. Pero según el cronicón de Sebastián de Salamanca, se trataría más bien de una expedición de piratas normandos.

Allá por los años 900 poco más o menos, llegaron a las costas del norte de Galicia gran cantidad de naves que venían de tierras nórdicas. Por otras veces en que los normandos desembarcaran en playas y puertos, se sabía cómo eran fuertes y audaces aquellos hombres y también crueles y rapiñadores; por lo que las gentes al enterarse, empezaron a huir, llevando consigo todo lo que podían.

Muy pronto se supo en Vivero de estas embarcaciones que se acercaban para robar y saquear, matando sin duelo a quien quisiera impedírselo; y, en Vivero, hombres, mujeres, niños y ancianos se echaron a huir de aquel peligro.

Algunos que escaparon a caballo llegaron a Mondoñedo y fueron a decírselo al obispo el peligro eminente, para que dispusiera sus hombres de armas y lanzase un pregón a fin de que se armaran cuantos pudieran oponerse a aquellos piratas.

Pero el obispo D. Gonzalo ( aún no era santo ), ya viejo, que jamás había sido amigo de empuñar la espada como otros que igual predicaban que vestían los arreos militares en plan guerra, reunió al cabildo, mandó llamar a los feligreses y predicó:

Hermanos míos. Me dicen que aquellos temibles normandos vienen de nuevo sobre nuestras tierras. Ellos son fuertes y nosotros débiles; ellos tienen armas y nosotros sólo disponemos de haces y azadones para el trabajo. ¡Que Dios se apiade de nosotros!. Pidámosle que Él nos ayude y, rogándole humildemente, vayamos todos juntos hacia el mar por donde vienen las naves enemigas. Nuestra fe es lo único que puede salvarnos.

Pidió seguidamente que le dieran una cruz y, con ella al hombro, inició el camino lentamente, cantando la letania.

Todos le siguieron, acompañándole en el caminar y en los rezos. Y así fueron hasta una elevación desde la cual se divisaba el mar y, en la lejanía, el grupo de navíos que cabeceaban sobre las grandes olas que levantaba el fuerte viento que había .

Las gentes, atemorizadas, decían:

¡Védelos, acolá veñen! (¡Vedlos, allá vienen! )

¿Son moitos?- Preguntó el obispo, que, por su edad, no veía bien.
¿Son muchos?-

-Tantos eles son que se non poden contare – le respondieron. Tantos son, que no se pueden contar –

¡Deus axudará a seus fillos! Exclamó el obispo; arrodillándose, oró ante la cruz.
¡Dios ayudará a sus hijos!

Todos le imitaron; y algunos lloraban emocionados y temerosos.

Cuando después del rezo se levantaron, vieron cómo, recrudeciéndose la tormenta, algunos de los barcos se hundían entre las alborotadas aguas.

Prosiguieron su camino hacia el mar, y siempre que pasaban sobre alguna colina desde donde podían ver las agitadas aguas, volvían a detenerse breves momentos, a hacer nuevas invocaciones a los Cielos…y a ver con alegría cómo las embarcaciones normandas poco a poco iban hundiéndose, sumergidas en los salados abismos.

Llegaron por fin a la cumbre de un monte, ya próximo a la ribera del mar.

¿Cántos navíos se ven? – preguntó el obispo. ¿Cuántos navíos se ven?

Sômente tres - respondiéronle con alegría. Solamente tres

¡Deus noso Señor amerceouse de nós!. ¡Dios nuestro Señor se apiadó de nosotros! Clamó don Gonzalo. E hincó sus rodillas en el suelo, imitándole todos cuantos le acompañaban.

¡Pidámoslle a Deus que Él nos permita sernos libres e poidamos levar por toda Galiza toda esta ditosa nova!

Pidámosle a Dios que Él nos permita ser libres y podamos llevar por toda Galicia esta dichosa noticia.

Y, al ponerse en pié por última vez, ningún navío flotaba ya en la superficie del mar, que iba amainando en su furiosa marejada de poco antes.

Y las crónicas siguen diciendo que en este último monte se edificó una ermita, conocida por la << del Obispo Santo>>, que es muy milagrosa.
Lorenzo Sueiro, Santiago
Lorenzo Sueiro, Santiago


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES