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Otoño en el Valle de Oro

sábado, 20 de diciembre de 2014
Aún recuerdo la hermosura del otoño en los años de esplendor de la juventud, con tardes melancólicas de suaves olores y el especial verdor de los campos. Caían las hojas adornando con sus tonos rojizos y dorados el verde de las praderas y al anochecer las brumas surgían del cauce de los ríos. En la tranquilidad de las tardes, de cuando en cuando se oían los ladridos lejanos de los perros o las conversaciones de los campesinos en vegas y caminos. Otras veces, se oían los graznidos de los cuervos que presagiaban un temporal. Y cuando el sol se escondía detrás de las montañas de Poniente, cada atardecer tenía algo mágico, distinto e irrepetible y ya nunca volvería a haber otro igual.
Otoño en el Valle de Oro
Después de muchos años he vuelto a estar en mi tierra en otoño. Los paisajes tenían la misma belleza de siempre con el tono amarillento de los castaños y el verde esmeralda de las infinitas praderas del valle, y los atardeceres seguían siendo hermosos, pero ya nada era igual. Ya no había campesinos en las vegas, ni estaban los entrañables personajes de la infancia, ni los amigos de la adolescencia, tan solo el recuerdo de los lejanos e inolvidables días de la juventud.

Como dice la "Canción de las Simples Cosas": "Uno vuelve siempre a los viejos sitios dónde amó la vida y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas". Por eso, tal vez haya que tener en cuenta lo que dice un proverbio oriental: "Nunca vuelvas a dónde fuiste feliz".
Otoño en el Valle de Oro
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


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