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Independentismos

jueves, 20 de noviembre de 2014
En estos tiempos en que tanto se habla del independentismo catalán, pienso que lo de los nacionalismos e independentismos es un tema tan complejo y con tantos matices que no es fácil opinar al respecto y mucho menos plantear soluciones. El tema me interesa mucho más desde un punto de vista emocional.

El nacionalismo, llevado a los extremos de Cataluña y el País Vasco, tiene difícil solución. Por decirlo de una manera un tanto simplista, es como dos vecinos que se llevan mal, que siempre tendrán problemas hasta que uno de los dos se vaya lejos del otro. Pero esas comunidades aunque lograsen la independencia seguirían siendo vecinos.

Afortunadamente, en Galicia las cosas siempre fueron distintas. En mi época se hablaba en gallego, sobre todo en el medio rural, y se estudiaba en castellano sin que por eso dejásemos de ser gallegos. Pensábamos que no había nada como nuestra tierra, lo cual no era incompatible con estar unidos con las otras regiones de España y llevarse bien con el resto de españoles. Recuerdo haber leído que Castelao decía algo así como: "Nosotros queremos ser españoles pero no ser castellanos"; yo añadiría: tendríamos que ser españoles de "primera" y no haber tenido que emigrar tanto y tener el Ave al mismo tiempo que los catalanes o incluso antes, por poner un ejemplo.

En los primeros años, para mí el mundo empezaba y terminaba en el Valle de Oro, mi tierra, dónde pasé la infancia y la adolescencia totalmente integrado con las gentes, el clima, el paisaje, las costumbres... Porque, como alguien dijo, "la verdadera patria del hombre es la infancia", de la que nos destierran demasiado pronto. En mis años de estudiante, ya me sentía extraño en Mondoñedo que entonces me parecía muy lluvioso y un poco triste, y no digamos en Villagarcía de Arosa, donde los primeros días fueron de infinita soledad y por primera vez supe lo que era la morriña ¡sin salir de Galicia! Luego en Madrid, durante muchos años, era como estar en el extranjero.

Si nos planteasemos ser independientes, el proceso podría hacerse interminable hasta llegar a la independencia de la patria chica de cada uno que suele ser un territorio muy reducido. Una Galicia independiente supondría un centralismo en Santiago similar al de Madrid. Una independencia provincial supondría un centralismo en la capital de la provincia, una lejana ciudad donde antaño para hacer una gestión, yendo en el coche de línea, se tardaba un día entero. Y con la independencia de la Mariña Lucense habría una dependencia de la costa, donde estaría todo el protagonismo. Por ello, únicamente me interesaría la independencia del Valle de Oro, mi auténtica tierra, que podría tener una estructura federal con dieciocho parroquias y la capitalidad en Ferreira. Pero, como eso no es posible, mejor seguir como estamos.
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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