Festejos taurinos

Hay quienes, para defender las corridas y otros festejos taurinos, aluden a que los toros están en la cultura española y mediterránea desde tiempo inmemorial y que han sido fuente de inspiración de Goya y Picasso, o en la literatura de García Lorca, o de pensadores cómo Pérez de Ayala o Marañón o el propio Ortega y Gasset, y se quedan tan tranquilos. Se podría admitir que si no hubiera corridas desaparecían los toros, que hay que tener valor para ponerse delante del animal, que el toreo es arte, etc. En eso, utilizando un símil taurino, no voy a entrar al trapo.

Pero lo que es inadmisible, primitivo e infame - además de peligroso - es divertirse maltratando animales, como es el caso de los festejos taurinos del Toro de la Vega, que se celebra en septiembre, o del Toro de Coria, el Toro Júbilo de Medinaceli, los correbous, etc. Algo que tampoco creo que le guste a los toreros, porque nada tiene que ver con el "arte de Cúchares". Al menos, en la plaza se enfrentan cara a cara con un toro y el más indefenso es el caballo del picador, al que nada se le había perdido por allí.

Como siempre se alude a la tradición para defender este tipo de festejos, cabe preguntarse: ¿El hecho de ser una tradición justifica una barbarie propia de la Edad Media? ¿Tienen las tradiciones que perdurar eternamente?

Si un día desaparecieran los toros tampoco pasaría nada y siempre nos quedarían las coplas y pasodobles de Quintero, León y Quiroga, el “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de García Lorca o los escritos de Ernest Hemingway, con lo cual el tema ya ha dado de sí todo lo que tenía que dar desde el punto de vista cultural.

Es todo lo que tenía que decir, espero no haber quedado como Cagancho en Almagro.