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Un plantón delante del altar

martes, 12 de agosto de 2014
Estar el día de tu boda esperando a tu pareja y que ésta no se persone, no es plato de buen gusto para nadie.

Dar el “sí quiero” es una decisión que te va a unir a otra persona, “de por vida hasta que la muerte te separe”. Si no lo ves como un compromiso a largo plazo, ni te sientes preparado para asumirlo ¡es mejor que no sigas adelante!. Un matrimonio es para compartir en pareja; pensando en dos y luego en los que aparezcan cuando crezca la familia. Si hay cosas que no te gustan en tu relación, no creas que mejoraran una vez te pongan el anillo en el dedo, ¡lo que no se arregla antes, luego se agudiza y cronifica!. Hay noviazgos de muchos años, que rompen poco después de casarse, y eso es porque algo ya no marchaba bien. ¡El que discute mucho, lo seguirá haciendo y mucho más!, ¡quién desconfía, aumentará sus celos!, ¡si la pasión está desgastada, no resurgirá ya nada más!, nada se curará después de pasar por la vicaria. Arrepentirse a tiempo, cuando ves cerca el día de su boda, no es fácil y menos si rompes ilusiones ajenas.

¿Conoces tu relación?

Manejar en común una casa, colaborar económicamente, y tener estilos de vida parecidos, son aspectos necesarios para una buena convivencia. El respeto, comunicación y lealtad son vitales para una sana relación de pareja, además de sentir mucho amor entre ambos y tener una misma visión de futuro con reciprocidad, ayudándose y apoyándose mutuamente e invirtiendo con las mismas ganas y tiempo de uno para con el otro. Nadie tiene la receta perfecta ni la seguridad total para que un matrimonio funcione, aún así se debe construir en el día a día con mucha ilusión. Se supone que en un año y medio es tiempo suficiente para que dos personas adultas se conozcan y de qué pié cojean; sabes cómo son los amigos y familiares, ves los defectos y las virtudes de él y ya sabes si lo aceptas tal y como es.

“No acepto”

Echarse para atrás días antes de casarte, al momento de la boda o en la luna de miel, ¡es algo que sí pasa!. La presión social (tener que casarse para tener hijos), económica (tener un piso a medias) y familiares (les hace más ilusión que a ti que te cases), a veces empuja a que alguien pase por el altar, sin preguntarse; ¿es realmente lo que yo quiero o lo que los demás desean?. Algunos se dan cuenta que al hablar con una amistad muestran angustia, dudas, miedos y “se cagan por la pata abajo”, al imaginarse en su boda, eso ya puede ser significativo de que no se está preparado.

A veces organizando el convite se observan diferencias,
anteriormente nunca percibidas, y con la emoción y nervios, no se les da importancia siendo sentencias firmes de fracaso. Incluso los hay que se enamoran de otra persona días antes o ya la montan muy gorda para arruinar el viaje de novios para que sea el otro el que tome la decisión de romper.

Cancelación Vergonzosa

Si te dejan plantado; tienes que superar el trauma y debes disolver el “bodorrio”, teniendo que pagar todo lo utilizado hasta ese momento; traje, flores, cura, hasta el banquete en el restaurante, y te pierdes las vacaciones de novios. Los regalos de los invitados, se reenvían o reparten entre ambos y el anillo, se revende para que nada te recuerde tan terrible situación. No es necesario hacer un comunicado de prensa pero si debes avisar según sepas que la boda se cancela, enfrentarte a todo ello te ayudará a superarlo mejor.

¿Volver a empezar?

Si uno de los dos se echa para atrás en los planes de boda pero aún así quiere seguir adelante con la relación, servirá para replantear la forma en la que se lleva el noviazgo, siendo fácil que se sienta rencor hacia el que no quiso pasar por la vicaria. Un matrimonio puede ser algo muy sencillo o muy complicado, en función de las expectativas de cada uno, si ambos, se entienden, se quieren, tienen valores en común, tolerándose y con ganas de crecer y aprender juntos, comprometerse en matrimonio, puede ser algo muy deseado y poco temido.
Castro Liz, Ana
Castro Liz, Ana


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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