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Inversores

martes, 08 de julio de 2014
Un sistema económico en el que tienen mucha más importancia los que ponen el dinero que los que trabajan, es decir, los que invierten (bancos o accionistas) que los que llevan a cabo la actividad productiva de las empresas, y en el que pagan menos impuestos los inversores que los trabajadores, puede decirse que es un sistema intrínsecamente perverso.

Cuando alguien montaba un taller o una pequeña empresa, pedía dinero al banco o a un particular y luego empezaba su actividad. Si el negocio iba bien, devolvía el dinero con los intereses en el plazo fijado, agradeciéndolo especialmente si el que prestaba el dinero era un particular. Pero en todo momento lo más importante era el autónomo o empresario y su actividad, es decir, el trabajo que se hacía en el taller o en la pequeña empresa, y no el que ponía el dinero, el cual no intervenía para nada en el negocio del autónomo o pequeño empresario, es decir, en ningún momento le decía lo que tenía que hacer porque su única misión era prestar el dinero.

En el caso de las grandes empresas las cosas son muy distintas, puesto que, como los dueños son los inversores o accionistas (unos más que otros), ellos son los que marcan el paso y dicen lo que hay que hacer, muchas veces sin tener ni la más mínima idea de la actividad productiva de la empresa, que se desarrolla gracias al trabajo de ingenieros, expertos, técnicos y empleados, aunque parezca que las cosas se hagan solas. Pero las decisiones las toman los grandes inversores, o sea, sus representantes en el Consejo de Administración y las Juntas de Accionistas: Presidente, Consejero Delegado y otros consejeros ejecutivos, que suelen tener unos ingresos muy superiores a los responsables de la actividad productiva de la empresa. Un dato que ilustra este desfase es que los consejeros ejecutivos mejor pagados de las compañías del Ibex 35 ganaron de media 75,5 veces más que sus plantillas en 2013, según cálculos realizados por El País (11/05/2014) a partir de los datos registrados en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

Por lo tanto, al contrario de lo que sucede en el caso del taller o de la pequeña empresa, en las grandes corporaciones los que cuentan son los que ponen el dinero, no los fundadores ni los que desarrollan la actividad productiva de la empresa, es decir, los que trabajan. Y hay que ver el baile que se traen los accionistas en las bolsas comprando o vendiendo acciones en busca de un beneficio.

Según dicen los expertos, la separación de la propiedad del control de las empresas es un hecho desde que el crecimiento de las grandes corporaciones exigió cantidades crecientes de capital propio, no susceptibles de ser aportadas por sus fundadores (que si entienden de la actividad de la empresa, como algo suyo), es decir, la necesidad de apelar a las aportaciones de accionistas anónimos que llegan en muchos casos a reunir amplias mayorías del capital y a delegar el control en administradores profesionales. Y los objetivos de estos no siempre coinciden con los de los propietarios.

Al final, el panorama es que los propietarios de las grandes empresas son unos accionistas, algunos muy importantes, y otros que pasaban por allí y que un día invierten en una empresa y otro día en otra, que no tienen ni la más mínima idea de la actividad productiva de la empresa y que delegan el control y gestión de la misma en administradores profesionales (Consejo de Administración) que a veces tampoco son expertos en la actividad que realiza la empresa (como es el caso de una empresa textil en la que el Presidente es abogado del Estado, o el caso de una multinacional de telecomunicaciones en la que el Presidente es abogado y el Consejero Delegado economista), pero si saben ponerse buenos sueldos.

Los inversores nunca dan puntada sin hilo y tienen grandes ventajas fiscales en comparación con los trabajadores, como es el caso de las SICAV, para que no se vayan con la música (en este caso el dinero) a otra parte.

Los grandes inversores pueden hacer quebrar a una empresa o a todo un Banco Central, como es el caso de George Soros que pasará a la historia por ser el inversor que hizo quebrar al mismísimo Banco de Inglaterra el 16 de septiembre de 1992 (el "Miércoles Negro") y ganar, de un sólo golpe, más de 1.100 millones de dólares.
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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