Logo do Día das Letras Galegas
Mourille Feijoo, Enrique - miércoles, 21 de mayo de 2014
Antes de que a los esforzados arqueólogos de la Real Academia Galega da Lingua se les dé por cantar el gorigori o antes de que su ridículo sea sencillamente glorioso en su labor de búsqueda de novos e vellos achados para colgar en la ilustre ristra de homenajeados el Día das Letras Galegas, sería bueno o revisar los criterios de elección de candidatos a la fiesta o pensar que realmente es el escritor el que hace la lengua y no la lengua la que hace al escritor, creo. Y el que hace el relato y su tiempo, su espacio y su geografía, sus personajes y su vida, su intriga y su trama; su ethos y su destino. Y su Poesía. Y encontrar así a alguien realmente digno de hacer de él mención en tamaña fiesta nacional, sin rebajas ni saldos por cierre o defunción.
Evidentemente me siento sabedor de estar forzando los presupuestos y el argumento a prol de dioses suficientemente asentados en el olimpo y en los universos lietrarios de nuestra tierra y por ende de nuestra lingua. Y puestos a forzar, sigamos con el fórceps, que a veces, como bien se sabe, es aparato necesario. Aunque no tanto, si como usted está ya intuyendo, piense yo en ese gran dios gallego, llamado don Ramón del Valle-Inclán. Por otra parte, vieja cuestión.
Ni que decir tiene. Sus personajes masculinos son aquellos nuestros personajes masculinos, soldados de leva e indianos de época por pagos y urbes de Tierra Caliente y Cienfuegos de lujuria, pobreza y martirio; sus personajes masculinos son aquellos nuestros joviales y orondos abades, caballeros a cuatro patas de sus mulas y privilegios; los caballeros de su mundo, los eminentes caciques y fornicadores de antaño; sus mozos, nuestros mozos; la recua de sus pobres, son nuestra recua ancestral y profunda, crónica, evitable, profética, a veces coa fouce, a veces coa oliva na man . Sus abadesas, el último suspiro de aquella nuestra decadente época; sus mozas, aquellas mozas nuestras, hijas o servidoras en el gran casal de la contorna; con frecuencia, mozas de regadío y heno, todas santas como Adega en Flor de santidad o Mari-Gaila en Divinas Palabras. Sus romerías son las romerías religiosas y civiles de tu pueblo o el mío de antes y de ahora. Sus pazos son los palacios de los ricos nobles de siempre y casi siempre el único recurso de los que trabajan con sus manos o no pueden siquiera hacerlo
Y la música de sus Sonatas con txistu y mariachis, cantiga sonora y eminente que en registro español derrama e impregna por toda su obra el alma irreparablemente arousana y la musicalidad típica y genialmente elevada a modernismo de la lengua propia de nuestra tierra y trasparente de Don Ramón. Lingua de cuyo mecanismo idiosincrásico, la retranca con amparo de lirismo, Don Ramón se muestra genial maestro e intérprete al crear el esperpento, que no es otra cosa que aquella, un algo subida de intención. Tal que así en este caso:
Concha sigilosa, mientras el Marqués simula su sueño , goza con él de una fugaz noche de estrellas y polvo enamorado. De puntillas, pícara y reincidente, puso en agua el ramo de rosas que traía. Yo aparenté dormir. Se alejó como había entrado. Yo la llamé riendo:
-¡Concha!, ¡Concha!
Ella se volvió.
-Ah, ¿conque estabas despierto?
-Estaba soñando contigo.
-¡Pues ya me tienes aquí!
-Y ¿cómo estás?
-¡Ya estoy buena!
- ¡Gran médico es el amor!
- ¡Ay! No abusemos de la medicina.
Claro que cuando el amor es así de otoñal como el de la pobre Concha Sonata de Otoño - el esperpento tiene poco que deformar
Y floripondios y rododendro aparte, pues, ¿por qué no, para la próxima fiesta esta, a todas Luces de Bohemia, Don Ramón María del Valle-Inclán?
Bueno, pues, lo que sea, y por hoy y de esto, no va más, porque, también, ya es de noche y alguien me dice a la oreja, sabio:
-Apaga o candil, home.

Mourille Feijoo, Enrique