La importancia del voto

A la hora de protestar contra los ajustes y recortes del Gobierno, además de las manifestaciones, en las que al final, a veces terminan enfrentándose unos funcionarios (médicos, profesores...) contra otros funcionarios (policías) y que afectan poco a los políticos responsables, o de enviar cartas a los periódicos, hay un modo bastante más eficaz y totalmente legal, que es el castigo en las urnas cada cuatro años.

Hay cosas que debieran ser intocables, en cuanto a ajustes y recortes, como la educación, la sanidad y las pensiones, por ejemplo, y cosas que debieran estar más controladas, como los precios de los alimentos y de la vivienda, y cosas intolerables, como que España sea el segundo país de la Unión Europea con el mayor índice de pobreza infantil.

Los recortes en sanidad y educación y el elevado índice de pobreza infantil son especialmente graves en un país en que el fraude fiscal supone que cada año el fisco deje de ingresar entre 60 y 70 mil millones de euros, según datos del sindicato de inspectores de Hacienda, localizándose el 72 % del fraude en las grandes empresas y los grandes patrimonios. Por cierto ¿dónde está la lista de defraudadores que prometió el Ministro de Hacienda?

Ojalá pudiera decirse: ¡Ay de aquél gobierno que se atreva a recortar en sanidad y educación! Porque no cabe duda de que si los ciudadanos afectados por los recortes, que somos mayoría, fuésemos conscientes, el partido del Gobierno que se atreviese a tales desmanes, en las siguientes elecciones sería barrido del escenario político sin piedad.

Aunque haya quien diga que todos los políticos son iguales y quien se considere apolítico (algo difícil de entender porque la política nos afecta a todos), lo cierto es que el votar es una cosa muy seria y muy trascendente y, en cierto modo, los ciudadanos somos responsables de lo que votamos.

Hace unos días he leído en la prensa con cierto asombro que, según las encuestas, el partido más votado en las próximas elecciones europeas del 25 de mayo será el partido del gobierno, a pesar de que, haciendo todo lo contrario de lo que predicaban en la campaña electoral, hayan recortado en educación y sanidad, hayan congelado las pensiones y el salario mínimo interprofesional, hayan subido impuestos, hayan rescatado a las cajas, hayan implantado el copago farmacéutico, hayan suprimido la extra de Navidad a los funcionarios y hayan llevado a cabo una reforma laboral implacable con los trabajadores. Es decir, que a pesar de todos sus desmanes no han conseguido desmoralizar a sus votantes.

Esto me hace recordar el poema de Curros Enríquez en el que cuenta la historia de un creyente, en una época muy lejana, que dudaba de que la religión católica fuese la verdadera y quería ir a Roma a ver al Santo Padre para salir de dudas, algo que los clérigos, temerosos de que cuando viese el ambiente que allí había perdería definitivamente la fe, no pudieron evitar. Sin embargo, cuando el creyente llegó a Roma y vio el panorama que allí había, quedó convencido de que la religión católica era la verdadera, porque a pesar de la disipada vida que llevaba la curia romana, empezando por el Pontífice, haciendo todo lo contrario de lo que predicaban, no habían conseguido acabar con dicha religión ni desmoralizar a los creyentes.