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Las muertas que vos matáis

viernes, 18 de abril de 2014
Las consecuencias de este atraco (también podría valer estafa), al que algunos llaman eufemísticamente crisis, se están manifestando, de forma ostensible, en la piel de las y los más vulnerables.

Qué duda cabe de que hemos perdido (y perdemos cada día) derechos fundamentales derivados de esos famosos recortes supuestamente tan necesarios, y que, cómo bien sabemos, sólo se extraen de la misma cantera. Una, por cierto, cada más numerosa y uniforme, frente a los enriquecidos de última hora, los que amasan sus fortunas sobre nuestra ruina.

No voy a enumerar más que fugazmente esa pérdida insaciable de derechos que van desde la salud a la educación pasando por el trabajo y la justicia, los derechos reproductivos de las mujeres o su propio derecho a la vida. Aún con el control exhaustivo que tenéis sobre los medios de ¿información?, nos damos cuenta de ello: la justicia universal no os gusta, me pregunto por qué; la justicia sin más, tampoco (se desprende de las tasas que imponéis para que sólo puedan litigar los ricos); la educación la concebís para las élites; la salud para negociar con ella; el empleo (que pronto habrá que pensar en extirpar su nombre del diccionario) no ha hecho otra cosa que precarizarse hasta límites de esclavismo, y crecer en su sentido negativo. Lo que sí os gusta: el rescate de la banca para que siga acumulando pisos (las mayores inmobiliarias del estado) y, para que nos mantengamos más guapos y más guapas, o sea calladitos, estáis preparando una magnífica mordaza. No cabe ninguna duda de que sois fieles herederos de lo más trágico que le sucedió a este país (o lo que sea).

Hoy voy a hablar, más que nada, de las muertas que vos matáis, ya que varios medios han dado cuenta, en los últimos días, de la negativa tajante en diferentes ciudades del estado a dar paso a las denuncias por violencia de género. En algunos de esos lugares el rechazo se eleva al significativo (y nada creíble) porcentaje del 90 %. De las ya menguadas denuncias, que no lo digo yo, sino las estadísticas, llegan aún a los juzgados.

Las mujeres no denuncian, no creen en un sistema que sólo las visibiliza (únicamente de cierta manera) cuando están muertas y eso sólo por un instante fugaz, hasta que la próxima asesinada anónima tome el relevo en algún titular.

“No había denunciado, dicen”. Ya. Te voy a contar yo a ti, que estás recortando todos mis derechos, que te los estás pasando por el arco de tu triunfo (efímero, no te hagas ilusiones), que has eliminado centenares de casas de acogida, ayuda psicológica, salario de la libertad (etc., etc., etc.), que el tío con el convivo, o dejé de convivir pero no se ha enterado, me pega.
¿Para qué? ¿Para que me pegues tú, simbólicamente hablando? ¿Para que me digas que mi denuncia no tiene ningún valor? ¿Para no recibir ningún tipo de ayuda ni para mí ni para mis hijos e hijas? ¿Para que algún juez infradotado me mande a casa al que convirtió mi vida en un infierno durante años y yo tenga que cuidarlo como si fuera mi obligación?

El truco que han encontrado es mentirnos, como en todo. Total, son mujeres las muertas. ¿Creéis que no lo piensan y no lo sienten así? Pues si lo creéis estáis equivocados, equivocadas.

Ese es exactamente su sentimiento. Es lo que demuestran con cada tijeretazo que dan a cualquier ítem que tenga relación con el tema de igualdad, lo que expresan cuando falsean las cifras de las mujeres asesinadas, lo que patentizan cuando no dan absolutamente ningún paso encaminado a poner freno a esta barbarie.

No creo que estos seres que nos gobiernan tengan ninguna conciencia, que sientan culpa o remordimientos de alguna índole. No creo que los persigan las imágenes de las familias desahuciadas, de los cada vez más frecuentes suicidados, de la marginación a la que están empujando a millones de personas. Sinceramente no lo creo. No dan ninguna muestra de humanidad, se los mire como se los mire.

Lo que sí puedo asegurar es que no van a estar a salvo nunca de nuestra memoria, no de la mía desde luego, y espero que de la de ninguna de las víctimas.

“Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”, dice la hermosa canción de Nacho Vegas. Cada vez más en común, cada vez con menos miedo.

Somos muchas, muchos, señores y señoras de la mentira repetida, para causar efecto de verdad. Somos tantos y tantas que, no lo dudéis, vamos a darle la vuelta a esta sartén gigante con su tortilla dentro y os vais a ir con vuestra ignorancia, vuestro descaro, vuestra arrogancia, vuestra corrupción, vuestros enriquecimientos ilícitos, vuestras tijeras de podar hacia abajo, y vuestras trolas a la mismísima porra.
Darriba, Luz
Darriba, Luz


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