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España es un país serio

lunes, 31 de marzo de 2014
Tal afirmación ha sido hoy una de las tantas perlas de cultivo del señor Burns de Los Simpons, ya sabéis: el de la vocecita chillona y las tijeras de podar que darían envidia a Tim Burton.

España, o lo que queda de ella tras dos años eternos de depredación, se encuentra emplazadísima (sólo por detrás de Rumania) en la carrera por la pobreza infantil. ¡El record Guinness de cargarse críos y críos, vaya!
Pero no os preocupéis, que lo que cuenta no es que uno de cada cinco niños o niñas quede en el camino. Lo que verdaderamente importa es cumplir el déficit impuesto por la troika, que, a lo mejor (peor) se alcanza.
No obstante estamos (están) tan lejos de encajar como un guante en las exigencias de los mandamases de Bruselas (Estrasburgo, Frankfurt) que, vete enterándote, Rumania: ¡vamos a por ti! El primer puesto y el premio mayor, infanticidio, será nuestro.

El 2015 (y quien sobreviva a él) verá cómo quince mil millones más (de euricos de ná) serán arrancados a derechos básicos, como salud, educación, bienestar social. Se destruyen a zancadas los mecanismos elementales de distribución de riqueza, aquellos que daban cuenta de que “esto” alguna vez fue un país, si no serio, más justo.

¡Macroeconomía!, palabreja repetida hasta el hartazgo que, de no ser trágica, resultaría cómica. La gente no puede encender la luz o las estufas porque le es imposible pagar las tarifas del gas o la electricidad. Los abuelos y las abuelas han dejado semi vacíos los geriátricos y sostienen con pensiones de mierda a toda su saga. Los comedores públicos no dan abasto para tantos entusiastas comensales. En el desempleo juvenil vamos corriendo atrás de Grecia; no, no, que ya te hemos alcanzado tierra de Ulises. ¡Qué digo alcanzado: te hemos sobrepasado por un punto y medio, cuna de la civilización venida a menos!

Que se note, que se note. Marca España, por encima de todo, aunque tenga menos valor que el objeto más cutre Made in China.

Las cifras del paro, digan lo que digan, no bajan. Lo que las deforma es la enorme cantidad de jóvenes y no tan jóvenes, esa movilidad exterior forzada (expulsada de su casa a patadas para buscarse la vida, o lo que sea, en otra lengua) que se esfuma, o miles y miles que prefieren no gastar suela hasta la sede más próxima del INEM (o cómo quiera que ahora le llamen), porque saben de sobra que no habrán de convocarle, no ya para un trabajo (que sería lo suyo), ni siquiera para un cursillo de media hora de cómo decorar las uñas de los dedos de los pies.

Es más tentador ensombrecer las multitudinarias protestas ciudadanas con radicales de dudosa etiología a la conveniente hora de comienzo de los noticieros. Hacer trampas, trampas y más trampas. La última (es que son tantas, que no llegamos a concatenar palabras): proponer una ley de seguridad ciudadana a todas luces (incluso a las de ellos, que no son precisamente una antorcha) inconstitucional. ¿Para qué? Elemental, querido Watson. Con el único objetivo de realizar apaños imprescindibles para que esa chapuza dictatorial salga adelante, quedar de dialogantes y meternos un golazo imparable (y eso que parecen tontos): una ley que nos iguale a los países del mundo en los que los derechos humanos son el equivalente a convertirnos en desechos humanos.

Puestos a esto, no habrá competencia que se nos resista (sí, ya sé que no he mencionado la reforma de la ley del aborto, pero es que es tanto que una no sabe ya por dónde romper el techo de cristal, ahora de piedra granítica).

Seremos los campeones absolutos, dignos herederos de una, grande y libre.
La verdad es que por una vez (y sin que siente precedente) voy a estar de acuerdo con “Montgomery” Montoro: éste (sea un país o no) es un país muy serio. Basta con mirar con cierto detenimiento empático los rostros de la gente, en las calles de cualquier ciudad de la piel de toro. Rostros que dan cuenta de la decepción diaria, de la angustia por no llegar ni a un tercio del mes, de la impotencia por no tener ni un trabajo precario, de la vergüenza por no poder alimentar o dar estudios a sus hijos e hijas, por las pérdidas continuas, por los derechos pisoteados.

Sí, tiene razón señor Ministro: éste es un país serio. Aquí no se ríe ni dios.
Darriba, Luz
Darriba, Luz


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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