Pensiones

Todavía recuerdo cuando a mediados del año pasado un comité de doce expertos presentaba la fórmula del factor de actualización anual de las pensiones. Resultaba sorprendente que para calcular la actualización de las pensiones hubiese que utilizar fórmulas tan complejas como si de la mecánica cuántica o del bosón de Higgs se tratara. Uno ya no sabía si aquello era algo científico o los expertos estaban de broma, pero lo que no fue objeto de risa para los pensionistas fueron los resultados: En el año 2014 las pensiones públicas se incrementan un 0,25 por ciento. ¡Toma ya!

Cabe preguntarse, si no sería más sencillo para la sostenibilidad de las pensiones, combatir de una vez por todas el maldito fraude fiscal, la especulación financiera, los excesivos gastos autonómicos y la corrupción, conseguir que las grandes empresas tributen a Hacienda el mismo porcentaje real que las pymes, que el Estado no contrate con las empresas españolas que tributen en paraísos fiscales y que el Gobierno ponga restricciones a los productos que las multinacionales españolas fabriquen en el tercer mundo en vez de hacerlo en España, aparte de gravar más a las rentas más altas y a las rentas del capital y de rebajar el IRPF a los pensionistas (a algunos les descuentan el 17 %) y, además, combatir especialmente el incremento artificial de los precios de los alimentos por parte de los intermediarios, de manera que cualquier pensionista se pueda alimentar con muy poco dinero. Esta sería la mejor fórmula, porque con todo ello habría más trabajo, el Estado tendría más dinero y los pensionistas también, y en casos extremos se podría aplicar lo que Philippe Van Parijs llama el "salario universal garantizado".

Por otra parte, la semana pasada se publicaba en el diario El País que 23 banqueros acumulaban 227 millones de euros en planes de pensiones y que, concretamente en 2013, seis de los siete bancos del Ibex 35 destinaron 11 millones de euros a engordar los fondos acumulados por los miembros de sus consejos para la jubilación. Esto hace suponer que, de igual modo que las leyes de la mecánica clásica no se cumplen a velocidades próximas a la de la luz y entonces hay que aplicar la teoría de la relatividad de Einstein, la fórmula de actualización de las pensiones tampoco sería aplicable a las pensiones de los banqueros y de otros altos ejecutivos por tratarse, en esos casos, de ingresos que alcanzan cifras cercanas a la de la velocidad de la luz.