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La política y su uso

jueves, 13 de febrero de 2014
Entiendo por política la actividad humana que nos presenta la realidad de cada momento y lleva a cada individuo, desde su responsabilidad, a dar los pasos adecuados para una mejora de las condiciones de vida de la sociedad, basándose en unos principios éticos- principios que pueden ser religiosos o laicos y que convergen en su base- que cada cual debe cumplir.

Ya Aristóteles convenía que el servicio público han de ir acompañado de esos principios éticos que debieran ser inherentes al ciudadano y no sólo se han de poseer, sino utilizar en su afán servir al pueblo.

Muchas veces, como ciudadanos, vemos como dejamos esa responsabilidad a los que llamamos políticos, cuando, en realidad, políticos somos todos, aunque no gobernemos. Nuestras conversaciones, nuestras decisiones, nuestras actitudes están, nos guste o no, posicionándonos en esta u aquella dirección. Y eso lo hacemos siempre.

Otra cosa es cuando los ciudadanos, conscientes de la necesidad de asumir responsabilidades de gobierno u oposición, se ofrecen, por altruismo o por inconfesables intereses, a trabajar por el bien común. Esos son a los que llamamos políticos como tales y que actúan acorde a sus ideas.
En la política ocurre como en todas las faceta de la vida. Ni están los mejores ni todos van con el hermoso fin de mejorar la vida de los ciudadanos. Pasa lo mismo con los curas, los maestros, los médicos…cada cual entiende sus responsabilidades acorde a las expectativas que haya puesto en su quehacer. Hay quien busca un status, un dinero, una consideración o el aplauso… y también hay quien tiene verdadera vocación de servicio y se dedica a ello con total honestidad sin pretender halagos ni prebendas, sino con la satisfacción moral de servir al bien público.

Pensar que todos son ladrones, inmorales… es propio de personas que tienen un exagerado grado de autoestima relacionada con su propia ética y que le impide ver sus propias imperfecciones. Todos hacemos algo mal, incluso cuando no nos atrevemos a admitir responsabilidades y dejamos que sean los demás las que tomen para así poder criticarlos. A veces, estar en el ajo conlleva una perspectiva nueva o distinta de la que se usa desde la casa o la taberna. Donde, por cierto, se usa un lenguaje más desenfadado, más agresivo, que cuando uno reflexiona de verdad.

Ahora que no hay elecciones a la vista conviene poner la mesura necesaria para no caer en los errores que a veces resultan tan nefastos.

Cuando van a ser las elecciones debiéramos ver más a la persona que a las siglas. Ver más la capacidad de trabajo que la posición social, ver con más generosidad las ideas de aquellos con los que no habituamos a convivir para no aferrarnos a nuestros principios como verdades inmutables; ser capaces de no mezclar nuestra religiosidad, si es que la tenemos, con ninguna opción política…conviene cambiar nuestra mentalidad y brindar nuestra colaboración en lo que sea preciso; no escurrir el bulto y guardar la valentía para insultar al árbitro como hacen los cobardes. Es la mejor manera de cambiar lo que no nos gusta que, desgraciadamente, nos parece mucho.

Todos hemos visto y seguimos viendo individuos impresentables que han usado lo que debiera haber sido el servicio público como trampolín para amasar fortuna. Hay que evitarlos no votándolos y eso lo sabe cualquier ciudadano medianamente despabilado antes de las elecciones. Si van ellos, es porque no hay nadie con más moralidad que se presente. Los partidos bien que buscan personas honorables y con capacidad de trabajo, lo malo es cuando no las hay. Así que la realidad es que tenemos lo que merecemos, aunque no nos guste. Y si queremos cambiar esto a dar el tajo.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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