Requiem por Abbado
Dopico Vale y Piñeiro, Julia Mª - martes, 04 de febrero de 2014
Cuando la batuta roce el aire
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La noticia musical que nos ha sorprendido esta semana, ha sido sin duda la muerte de Claudio Abbado, uno de los últimos mitos de la dirección orquestal, como un día lo fueron Toscanini, Furtwängler, Celebidache o Karajan, de quien recogió el testigo para presentarse, en un tiempo de plenitud y gloria, al frente de la Filarmónica de Berlín, lo que le llevará a obtener la fama y el reconocimiento internacional; un podium que no le hace olvidar su actitud de compromiso, siendo conocido como el revolucionario y no sólo a través de la música per se ( en el sentido de la revolución interna que constituye descubrir los misterios de la partitura en la visión personal de cada director), sino a través de su compromiso social, llevando la gran música a las fábricas, a las cárceles, a los pediátricos de los hospitales
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La educación musical es, en realidad, la educación del hombre, un concepto que él supo traducir brindando posibilidades a los jóvenes talentos instrumentales, produciendo una renovación generacional de músicos, también a través de las orquestas que él mismo fundó, la Joven Orquesta Internacional Gustav Mahler o la Joven Orquesta de la Comunidad Europea; siguiendo muy de cerca el proyecto de José Antonio Abreu y su sistema de Orquestas infantiles y juveniles de Venezuela o ampliando los repertorios con obras de Nono, Stokhausen, Berg o Penderecki.
La muerte le sorprendió entre proyectos (retomar la Tercera de Schumann o completar la integral de Bramhs), porque la música era su bálsamo, los músicos sus iguales y los oyentes sus cómplices.
Vaya desde Ferrol todo el reconocimiento a este Maestro que se llamaba Claudio, un hombre que ha hecho de su música y su vida un legado humano.

Dopico Vale y Piñeiro, Julia Mª
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