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Careces de lo que presumes

martes, 28 de enero de 2014
¿Qué puede provocar a alguien para que todas sus conversaciones traten sobre sexo?

Algunas damas y caballeros son especialistas en hablar sobre sexo y animan tertulias con numerosos puntos de vista sobre el tema. Comparten sus experiencias eróticas, sentimentales y toda su sabiduría adquirida con los años de forma espontanea y popular, de ser un tema tabú y prohibido en su pasado se ha convertido en “un debate de la nación” para comentar siempre. Interpretan comportamientos en los demás que; según miran, caminan, bailan o encienden un cigarrillo, o cualquier otra “chorrada” creen saber cómo son en el lecho. Su mente va a lo retorcido o perverso y a todo le sacan punta: ven “penes”, “vaginas” o “senos” por todas partes, siendo esclavos de sus deseos no resueltos. Son tachados de pervertidos, que vulgarizan sobre lo mas intimo del ser humano destruyendo lo romántico de la relaciones intimas, construyendo una doble moral, donde ni sienten placer ni lo saben dar aunque aparentan y digan lo contrario.

Represión

La recurrencia de hablar mucho de sexo refleja una educación deficiente, represión absoluta en la infancia y adolescencia o inmadurez en como relacionarse con una pareja o, simplemente, una gran carencia sexual en su vida privada, esto genera un mayor interés para conversar sobre algo que sienten como incompleto. Son personas que aparentan seguridad y soberbia, pero esconden angustia, de alguna manera son infelices sexualmente. A través de temas “picantes” tratan de compensar sus insatisfacciones.

Más vale prevenir

Es importante permitir a un niño que pueda expresar lo que piensa y opina sobre el sexo de forma independiente a los demás, sin influencias de quien sea. El acto sexual no es pecado, ni solo sirve como medio de reproducción, algunas religiones y culturas se han encargado de convencer de todo esto, además de invitar a tener: culpa y vergüenza por todo. Los prejuicios o primeras experiencias negativas también influyen sobre ellos. El sexo no es nada malo si se practica con mutuo consentimiento de los implicados.

Ya lo decía Freud…
Según Freud; “quien habla de sexo ya lo tiene aunque sea solo en la mente”. No es lo mismo aquel que comunica “sus historias eróticas” cuando habla con sus allegados para compartir conocimientos, que aquellos que no pueden vivir sin hablar de sexo de forma jocosa y vulgar. Cuando la sexualidad natural se reprime o niega, los deseos e impulsos del individuo quedan atrapados en una zona intermedia del subconsciente; dando vueltas “a lo loco” de un lado a otro, creando tensión, fantasías y degenerando en impulsos destructivos que reivindican salir en libertad.

¿Eres natural o trasformado?

Para evitar esa represión se debe reconocer la verdadera naturaleza del ser humano; sea hetero, homo, bi o axexual permitiendo que cada uno se desarrolle como tal. Un homosexual de nacimiento que ha desarrollado una identidad “heterosexual secundaria” reprimirá sus gustos, llenándose de ira y convirtiéndose en un don Juan, un Casanova que amará a todas, irá de “súper macho” que contradictoriamente disfrutará más de la "compañía" de sus colegas que del amor de una mujer, a ella solo la quiere como objeto sexual con quien liberar su tensión pero en realidad le importa “un carajo”. Un niño que es abusado por un enfermo pederasta, de adulto seguramente se definirá como homosexual. El bisexual es más flexible, se adapta, pero si son reprimidos serán ambivalentes, infieles e incapaces de ser felices. Para el asexual sus impulsos sexuales no son una prioridad, se basan en otras formas de atracción. El "homosexualismo secundario" al igual que el "heterosexualismo secundario" son trastornos psicológicos que tienen solución pero no el heterosexualismo ni homosexualismo natural donde la conducta romántica, afectiva y sexual es sana.. Cada persona debería encontrarse a sí misma, en su verdadera naturaleza sexual-afectiva, y estructurara su identidad en base a eso.
Castro Liz, Ana
Castro Liz, Ana


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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