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Avaricia

viernes, 17 de enero de 2014
Si recordamos los años anteriores a la crisis también recordaremos el excesivo y contagioso afán de mucha gente por conseguir dinero fuese como fuese. Valores que nos recordasen la necesidad de vivir con unos principios, eran desechados como antiguallas y cualquier pelotazo era justificado con falaces argumentos progresistas. Parecía como si la sociedad hubiese renunciado a aquellas enseñanzas familiares y la avaricia se hubiese convertido en nuestra meta. Por fortuna, la crisis recuperó la humildad y empezó a ponernos en el suelo y nos enseñó a ver nuestro entorno con una perspectiva más real y solidaria.

Mientras muchos pensamos que el dinero no es otra cosa que una herramienta para vivir, otros viven con el obsesivo afán por acumular riquezas convencidos de que éstas proporcionan bienestar y consideración social. El bienestar físico, a veces, se puede comprar con dinero, pero el psíquico no. La conciencia está ahí y nos puede recordar modos y maneras.

La consideración social tampoco se logra. Se puede uno cambiar el nombre, ser tratado de usted o señor, comprar un yate, viajar al espacio… pero pasa lo de la mona, se queda con su traje de seda.

Todos conocemos “ilustres” avaros que se han enriquecido por los medios más mezquinos. Conocí a uno que no comía y nadie había visto jamás su billetera. Conozco a otro que se dedicó toda la vida a dar mordidas pensando que era la única manera de sobrevivir en esta jungla. Existen muchos que roban las herencias a las familias e incluso lo que pillen a mano haciendo las trampas que sean precisas. Conozco un analfabeto pelotillero que acabó amasando una fortuna a base de corruptelas y trampas a aquellos que sufrieron sus negocios. Conocí a un empleado que arruinó a su empresa para apoderarse de ella. Y así un montón de etcéteras. Seguro que usted, apreciado lector, también conoce otros no reflejados.

Hay una cosa que desconocen estos personajes y es que los ciudadanos tenemos nuestros criterios, nuestras valoraciones personales, nuestra estima… posiblemente ellos puedan comprar voluntades, lograr que les rían las gracias cuatro pelotas, presumir en los círculos que frecuenten de su patrimonio, deslumbrar a muchos incautos, lograr prebendas como ganar juicios o saltarse las leyes, pero hay una cosa cierta: no dejan de ser pobres. Y es que la verdadera riqueza está en la persona que sabe vivir acorde a sus valores y a su conciencia.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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