Ministro pirómano

El informe trianual PISA sobre Educación en los 35 países de la OCDE que acaba de publicarse ha demostrado que España debe reformar urgentemente sus programas de estudio: está de nuevo a la cola de la lista.

La nueva ley de Educación de José Ignacio Wert, el llamado “ministro pirómano”, quizás no sea la mejor, pero pretende no que los españoles sean igualitarios entre los peores, sino que puedan competir en excelencia con los mejores de otros países.

El problema español no es de inversión económica, muy superior por alumno al de la mayoría de los que le superan en el análisis PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE): el origen está en los cimientos mismos de la vida española y en la actitud de la izquierda de igualar por abajo, lo que propicia la dejadez e indisciplina en familias, estudiantes y profesores.

Mientras, los actuales número uno, localizados en la China (la comunista igualitaria heredera de Mao), por ejemplo, son unos esclavos del esfuerzo inimaginables aquí.

A vista de pájaro observaríamos estudiando a los afanosos chinos de 15 años, edad en la que se centran las investigaciones PISA, mientras los españoles estarían divirtiéndose.

Claro que también percibiríamos a algunos de esos números uno suicidándose por no poder entrar en la universidad.

Beida-Pekín, la más codiciada del país, sólo admite a 3.500 alumnos por curso. Diez millones de candidatos pelean por una de esas plazas, pero los no excepcionales deben conformarse con universidades menores.

En España, que casi duplica proporcionalmente al número de habitantes los universitarios de países como Alemania, sólo haría falta algo más de equilibrio entre fiesta y esfuerzo, porque numerosos juerguistas, una vez titulados, compiten exitosamente con los esforzados de otros países.

Tras esos que triunfan debe haber muchos más con mi Ley, advierte el exigente “ministro pirómano”: pues ya veremos.


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