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Cuentos para la perplejidad

martes, 15 de octubre de 2013
Hay cuentos -historias, entiéndaseme – que nos deberían hacer reflexionar y, desde luego, actuar en consecuencia. Cada cual a su nivel, en su ámbito. Hoy quisiera compartir con usted, lector, tres cuentos. Tres cuentos a cuento de tres situaciones actuales.

El cuento número uno es un cuento vasco. A propósito de las noticias de que ese “hombre de paz” surgido del ámbito terrorista etarra pueda terminar hablando en el parlamento autonómico vasco, quizá deberíamos preguntarnos por qué descargamos nuestras iras democráticas solo contra ese individuo, y no también contra los líderes que respaldan semejante iniciativa, como si unas acciones y otras no nos pareciesen repugnantes. Y también deberíamos preguntarnos las razones de quienes, siendo cargos relevantes de partidos y, lo que es más grave, cargos públicos de la administración autonómica y central, no impiden semejante desatino tanto a los invitadores como al presunto invitado. Aunque solo sea porque todos, incluso los aforados, están amparados y obligados por el Código Penal. La ley también se aplica a la acción política. Ni la política ni los políticos están por encima de la ley.

El segundo cuento es un cuento catalán. Quizá deberíamos preguntarnos hasta cuándo hay que escuchar tonterías como la de los “vínculos emocionales” (sic) de los catalanes con el resto de los españoles. Y preguntarnos cómo es que votamos una y otra vez, con ligeras variaciones, a quienes solo parecen preocuparse de alcanzar más cotas de poder y consolidarlo. Unos, inventándose entidades estatales; otros, consintiendo ese disparate histórico, social, político y económico. Aferrados a una poltrona desde la que jugar a sus cosas. Caminando muy cerca del delito constitucional por acción y por omisión. Las actuaciones secesionistas, llamadas soberanistas por los independentistas y por quienes aun sin quererlo les bailan el agua empleando su terminología, rompen la convivencia pacífica. Esa convivencia pacífica que, según las noticias, tanto parece preocupar al Fiscal General del Estado. La rompe tanto como las actividades de la extrema derecha. Y tanto como las de la extrema izquierda, aunque ahora se la denomine izquierda radical, como si fuera menos, poco o nada extremista (para los de la logse, ETA pertenece a este rango de izquierda, aunque curiosamente naciera del nacionalismo católico vasco).

También la convivencia pacífica y democrática se puede romper a manos de cargos de partido y de administraciones públicas a base de acciones y de omisiones. De nuevo la misma moraleja: la ley aplica a la acción política, y ni la política ni los políticos están por encima de la ley

El cuento tercero es un cuento estadounidense. Sorprende la magnitud de la crisis económica de Estados Unidos y la actitud con la que llegamos a percibirla. Casi como el que oye llover torrencialmente en un lejano valle mongol. Por no hablar del espectáculo que ofrecen a propios y a extraños los dos grandes partidos de esa gran nación, con su cerrazón y su negativa a ponerse de acuerdo caiga quien caiga. El cuasicierre de la Administración federal se prolonga sin que ninguno de los partidos que representan a la casi totalidad de los estadounidenses aún se hayan puesto de acuerdo en mover ficha. En lo único que los partidos muestran su voluntad política es en obstaculizar al contrario. El ciudadano y el país… que arreen. Como aquí.

En todas partes cuecen habas, me decía hace poco un colega durante un receso a mitad de un congreso tecnológico internacional. Pues sí, parece que el afán de ganar unas elecciones y el de no solucionar problemas reales es contagioso. Aquí la moraleja es otra: sin ética no vamos a ningún sitio que no sea la destrucción.

Antonio Muñoz Molina, en su lúcido ensayo titulado “Todo lo que era sólido”, analiza de forma minuciosa y amena una de las facetas más interesantes y terribles del ser humano: nuestra enorme capacidad para hacer tonterías y golfadas en beneficio personal y la reducida energía que desarrollamos para superar dificultades y lograr que todos vivamos mejor nuestro día a día.

Como si nuestra dicha fuera eterna y las penas de otros. Cuando esto ocurre en el plano de las responsabilidades políticas, es especialmente grave. Y mientras, los votantes y los contribuyentes, mirando y pagando la película...
Hernangómez de Mateo, José Luis
Hernangómez de Mateo, José Luis


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