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El valor de la puntualidad

miércoles, 21 de agosto de 2013
No es la principal motivación del presente artículo dedicárselo a la maravillosa alhaja que lucimos en nuestra muñeca, el reloj, ni la disculpa para aglutinar sus lujosos modelos que podemos localizar en las joyerías. Aunque me gustaría comenzar recordando que su función original de medir el tiempo resulta hoy tan secundaria, que no es difícil que yo los luzca a menudo fuera de hora, ya que me suelo orientar más por el del coche, móvil, ordenador, ipad,… un defecto, lo reconozco.

Lo que sobre todo me gustaría compartir en este primer agradable encuentro con vosotros es el valor de la puntualidad como virtud. Lo que significa una muestra de respeto fundamental, hacia nuestros semejantes -además de hacia nosotros mismos- el llegar a los sitios a la hora comprometida. ¿Qué respeto se puede mostrar ante unas personas, acto o celebración al que se llega tarde? La puntualidad es un síntoma de buena educación. Si defendemos que nuestra imagen es la mejor carta de presentación… no llegar a la hora acordada a alguna cita ya lo está diciendo, siempre es mejor anticiparse unos breves minutos a cualquier compromiso y tomarse el tiempo para “prepararse” sosegadamente para el encuentro o evento. Pertenezco a la generación en el que esta norma se aplicaba con celo y sin disculpas; si bien todo extremo es deleznable también el caso omiso o costumbre de no cumplir con la hora consensuada es una dejadez que no corresponde con el modelo de caballero que defendemos.

Como tantas otras costumbres esta es una que se adquiere, educa y es difícil que quien es puntual por costumbre, se retrase en alguna ocasión. Pero seguro que si ocurre, este se disculpará sentidamente y seguramente haya avisado con una puntual llamada anterior que tan bien suele ser acogida por el sufrido que espera. Las personas puntuales suelen proceder de esta manera por sistema y es algo innato, lo contrario también suele suceder.

Me gustaría hacer otra reflexión al respecto y es que en algunos actos a los que he tenido el placer de acudir (de la más presunta distinción) se ha comentado al comienzo; “vamos a conceder unos minutos a aquellas personas que se retrasan y dilataremos el comienzo…” para mí esto no es admisible y por respeto a los que somos puntuales se debería comenzar a la hora prevista. Además que serviría para “educar o evidenciar” a aquellas personas que las normas de educación están para cumplirlas.

Tampoco quiero dejar pasar esta ocasión para comentar dos temas puntuales; el “vulgar relojazo o peruco” y las imitaciones. El primero no tiene un pase por la ostentación que esta singular costumbre al parecer querer apabullar o presentar credenciales en forma de modelo de reloj exuberante, que normalmente es artificial y que puede o no corresponder con la posición del portador, pero seguro que no con la del buen gusto. Y la segunda es que siempre va a ser mucho más elegante mostrar un sencillo, discreto y si se quiere humilde modelo de reloj que corresponda con nuestra personalidad, que un sucedáneo o la imitación de un modelo que no podemos permitirnos.

La clase y el estilo mucho tienen que ver con que todo nuestro conjunto guarde coherencia y equilibrio, de nada vale lucir el último modelo Rolex de oro si nuestros zapatos están descuidados o son de muy precaria calidad, así como vestir un traje confeccionado de manera artesana con un Casio de plástico. La armonía es parte innata de la elegancia.

Todos conocemos caballeros que portan sus modelos Swatch o Lotus con la clase que para sí quisiera el personaje que protagonizó nuestro actor Javier Bardem cuando lucía un par de modelos de oro de prestigiosa firma en la famosa película que lo lanzó al estrellato.

www.vestirseporlospies.es
García Bragado, David
García Bragado, David


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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