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La salud del personal sanitario

miércoles, 07 de septiembre de 2005
Como alguien tome en serio cuanto aquí digo le garantizo que se le va a atragantar. Son simples tonterías llenas de verdades que nadie cree más que quien las padece. Pues para éstos va.
Escribo para quienes dedican su vida al cuidado de los enfermos, una de las tareas más bonitas del ser humano.
Lo dedico de un modo especial, al sufrido y eficiente personal del Hospital Xeral Calde, a quien admiro y aprecio. Va, pues, por vosotros, amigos.
Por vosotros, que cuidáis nuestra salud controlando drenajes, defecación, diurésis y otras cosas que no digo.
Gracias por ello. Mas, nobleza obliga y uno se pregunta: ¿quién cuida de nuestros cuidadores?
Y tú mismo, sanitario, ¿cuidas tu salud?
Sabes muy bien que nadie puede ser un buen “sanador” si está enfermo por dentro. La salud, como la enfermedad, se irradia, se contagia de persona a persona.
Quién está sano irradia la salud.

Necesidad de drenarse
Los que trabajais en un hospital sois como una esponja que va absorbiendo nuestra basura día a día. Pero la “esponja”, si no se libera, llega un momento en que “pringa”, en vez de limpiar mancha.
La salud del mejor sanitario “se va al diablo” si no “drena” sus malos humores, si se cierran sus esfínteres de abajo.
Quién está “agotado” (sin gota) poco puede ofrecer a los demás. Mal podrá cuidar a otros quien no cuida de sí mismo.

Cuidando tu salud cuidas de otros
Incorpórate un “fonendo” personal que sólo sirva para “ascultarte” a ti mismo.
¿Cómo anda tu salud, sanitario?
A veces da la impresión de andar “apagando fuego” en el hospital. ¡Qué mañanita, Dios santo!
Tómate el pulso y mira tu “tensión habitual”.
Si, por ejemplo, dan las tres de la tarde (hora de salida) y dices a tu compañera: “Espérame, que tengo que ir al servicio, pues no he podido ir en toda la mañana”, es que andas muy mal de salud. Y si los síntomas de tus “necesidades” comenzaron a las 11 de la mañana (y son las 3), pues una de dos:
- O riegas fuera de tiesto (incontinencia urinaria).
- O gritas a tu compañera desde dentro: “vete que tengo para rato” (estreñimiento crónico).
Con esta sintomatología el diagnóstico es fácil. ¿Y el pronóstico? Muy poco halagüeño, por cierto.

El asunto se complica
Pues no es sólo esto: es que al cerrarse tus esfínteres de abajo también el ceño se cierra (¡qué miradas!). Y no sólo se cierra el ceño, también tus “entendederas”.
Cuando estamos así, si alguien se acerca a pedirnos algo la reacción natural es: “este tío está tonto…”. ¡Vaya coñazo…! “Yo no aguanto más”.
Es natural: uno está cerrado por dentro y no entiende nada. ¡Estás bajo mínimos en capacidad de entenderte con la gente!
Así las cosas, el asunto se agrava pues, para más “INRI”, te han empaquetado los enfermos de las plantas cerradas (algo que sólo entienden los de arriba), y por más que corras, ya no “haces” sino que “deshaces”.
Si te acartonas o endureces por dentro (es un mecanismo de defensa), no adelantas gran cosa, pues a quien te haces más daño es a ti mismo/a, porque así rígido/a, te partes por la mitad.
Tú no lo notas pero “ya hueles a chamusquina”. Es que estás quemado/a.

Cuida tu salud
“No es por nᔠ–diría un andalú- pero te mereces lo mejor. Y lo mejor es tu salud.
Por eso te digo cariñosamente este montón de tonterías como “postal de felicitación” ya que estoy de vacaciones y me acuerdo de ti y de tu salud.
Quien cuida su salud ya cuida de los otros.

(28. Agosto. 1994)
Ulloa, Edelmiro
Ulloa, Edelmiro


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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