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25 años de enfermería

viernes, 01 de julio de 2005
Cuando estamos en familia no decimos florituras:
Simplemente hablamos de la vida. ¡Que es lo que importa!
¡25 años de vida enfermera!
Seguro que en la mesa -sobremesa- vais a comentar anécdotas, vivencias, trozos de nuestra vida de servicio al enfermo.

Yo quiero compartir con vosotras un trozo de mi vida de sacerdote y de enfermo, vivida a vuestro lado.
Llevo de capellán casi el mismo tiempo que vosotras de enfermeras ¡25 años!.
Como cura agradezco vuestra colaboración con el Servicio Religioso, en beneficio del enfermo ¡Cuánto me habéis ayudado! Que Dios os bendiga.
Pero y también he sido vuestro paciente, vuestro enfermo.
La verdad es que uno se acuerda de Santa Bárbara cuando truena y de vosotras, enfermeras, nos acordamos cuando nos visita el dolor clavando sus garras en nuestra carne.
Entonces, si, tocamos el timbre o gritamos:
- ¡Enfermera, enfermera!
Y pronto aparece, segura, confortante, una figura vestida de blanco,
- ¿Qué quiere? ¿Qué le pasa?
- Enfermera, el gotero; enfermera, el doctor; enfermera, el dolor… ¡Enfermera, enfermera!
Pero fui vuestro paciente: Estuve en la 25 A, recién operado y con 40º de temperatura.
Todos me atendieron muy bien pero hubo una persona, enfermera, que vino de noche, se sentó a mi lado un rato y… Serían 10 minutos pero lo suficiente para dejarme confortado…
¡Dios! Lo que yo daría por saber lo que me dijo.
¡Y no lo sé…! No recuerdo… Con 40 de fiebre no es extraño.
Lo que sí recuerdo es la paz que me dejó.
El bien que me ha hecho su visita sólo Dios lo sabe y yo.

Quiero pensar que, quizás, no fueron sus palabras, sino su presencia y cercanía la que me hizo tanto bien.

Hoy comparto con vosotras esta rica experiencia de enfermo y desde aquí le digo públicamente: “¡Gracias, enfermera, gracias!”
Es todo lo que sé decir y no lo sé decir de otro modo ¡Gracias!.

¡Gracias, enfermería! En nombre propio y de tanto como yo aliviados por vuestros cuidados y sobre todo, por vuestro trato tan humano.
Nuestro Hospital será viejo y malo pero tiene un personal maravilloso.
Dicen que están haciendo otro nuevo y que un día llegará una pala y se llevará paredes y techos, del viejo, a cualquier escombrera.
Pero vuestros ¡25 años! ¿A dónde los llevarán? ¿A dónde?
Mis enfermeras ¡NO! Mis enfermeras no me las llevan porque son lo mejor del mundo, porque andan por los pasillos del viejo Hospital con dos fonendos:
- Uno, incorporado al cuello, para medir la tensión arterial
- Otro, en el corazón (nacisteis con el) para captar y aliviar el dolor de sus pacientes.
¡Enhorabuena, enfermeras!
Que Dios os bendiga, a vosotras, a vuestras familias y enfermos.
Ulloa, Edelmiro
Ulloa, Edelmiro


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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