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La supercrisis de Portugal

martes, 16 de abril de 2013
Puertas Afuera

LA SUPERCRISIS DE PORTUGAL

"No soy pesimista, soy triste", dice directamente el gran ensayista y excepcional poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935) describiendo de forma lúcida quizá el sino profundo de su pueblo. Hoy en día se necesitaría que se cumplieran los 30 mil aforismos y pensamientos de su deslumbrante "Livro do esassosego", que estoy releyendo, para dar cuenta de la desmoralizadora situación actual en Portugal.

Sería un error absurdo creer que por el hecho de pertenecer a la Unión Europea van a resolvérseles a los portugueses como por ensalmo todos los males económicos. A Europa rogando pero con el mazo dando debe ser la divisa de los europeos del sur, Portugal incluido. Los esfuerzos de contener el déficit, no gastar por encima de sus posibilidades, no endeudarse sine die, son el abecé en estos años de crisis. Y eso, además, porque no existe alternativa, fuera de la Unión Europea, no hay salvación, el sueño de Saramago en su famosa novela " "A jangada de pedra" (La balsa de piedra) en que la Península Ibérica se desprende de Europa y se aleja en el Atántico sola no es posible.

Pero de eso a someterse al recorte a ultranza del gasto público requerido por la canciller alemana Angela Merkel como única solución para superar el difícil trance actual va un abismo. De la nada no sale nada, son necesarias medidas de relanzamiento de la economía si se quiere crear empleo, consumo, desarrollo, un mínimo de riqueza y salir del estancamiento, según defiende el presidente francés François Hollande. Merkel-Hollande representan las dos posturas antagónicas de la actualidad europea en un pulso que se inclina de parte de Merkel por lo de ahora.

La Eurozona, consituida por 17 estados, con sus imperfecciones y diferencias, es la única solución; en su interior los países crecieron desde su fundación en 1999 a distinto ritmo como no podía ser de otra manera. Pronto se produjo una Europa a dos velocidades que no quería decir su nombre. De un lado, Alemania, "primus inter pares" indiscutible y los estados performantes como Holanda, Austria o los países nórdicos, y de otro, "grosso modo", las naciones meridionales. Los hipocondríacos españoles se apresuran a decir que España está en la segunda categoría.

Pues bien, de un tiempo a esta parte, existe una tercera velocidad, la formada por Irlanda, Grecia, Chipre y Portugal, con problemas graves que amenazan con contaminar al resto. Confórtenos saber quetodas estas naciones forman la mayor unión económica y comercial del mundo y de ahí su fuerza a pesar de los continuos escollos y trabas de una Unión Europea que no se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Ya salió de otras.

VACAS MAGRAS.

Detengámonos en Portugal. Se creía que la situación no podía ir a peor allí. Era no contar con que el país vecino "nao ten boa sorte, está azarado", como se diría en portugués, o gafado como se dice en español. Hace tiempo que se halla en un largo periodo de "vacas magras", el peor de su historia, recrudecido con una vuelta de tuerca últimamente además.

Por ello, el primer ministro portugués, el conservador Pedro Passos Coelho, ha anunciado este fin de semana un recorte de 600 millones de euros en el gasto de los ministerrios para 2014, medida de ahorro urgente; habrá otras. Pero no muevos impuestos, que los agobiados portugueses no podrían materialmente pagar.

El ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, había congelado previamente todo gasto en cualquier ministerio excepto las retribuciones al personal y pagos corrientes, como el agua y la luz. El momento es decisivo, Lisboa tiene que hacer frente a un rescate astronómico de 78.000 millones de euros y ya de momento a un tramo de ese rescate de 2.000 millones en el año en curso. Esta supercrisis tiene paralizado y confuso al país.

Menos mal que la población acaba de tener un respiro inesperado porque el Tribunal Constitucional luso ha fallado contra viento y marea a favor de restaurar la paga extra a funcionarios y pensionistas así como los subsidios a parados que el gobierno conservador del primer ministro Pedro Passos Coelho, obligado por las estrictas normas de la Comisión Europea, había retenido en parte por carecer de fondos suficientes .

La sentencia de esta cámara la semana pasada es una buena noticia para las clases pasivas del otro lado del Miño pero pésima para las exhaustas arcas del Tesoro portugués que no sabe de donde sacar el dinero ni cómo evitar la bancarrota.

Entre socorrer al pueblo portugués o contentar a los fríos tecnócratas de Bruselas, el Tribunal Constitucional eligió claramente la defensa de los ciudadanos lusos y evitó que los esquilmaran aún más, hizo prevalecer la justicia social sobre las finanzas: habrá paga exraordinaria mal que le pese a la troika, Comisión Europea, Banco Mundial y Fondo Mometario Internacional, el triunvirato que impone su ley en la Unión.

Los sufridos portugueses pueden lanzar un suspiro de alivio. Ahora bien, ¿aparte de los 600 millones de ahorro anunciados cómo reponer el resto de los 1.350 millondes de euros que representa esta partida de ayuda para los ciudadanos de "além da raia" con los que compartimos la Pemínsula Ibérica?

Desde un punto de vista moral, la decisión del alto tribunal es encomiable pero económicamente agrava seriamente la situación del Gobierno de Passos Coelho que ya se disponía a dar un tajo de 4.000 millones de euros en el Presupuesto centrado en Educación, Sanidad y Seguridad Social, partidas muy sensibles en Portugal y en todos los países. Los nuevos recortes forman parte de las recomendaciones urgentes del Fondo Monetario Internacional para que la economía lusa no se hunda. Tras el fallo del Tribunal Constitucional se hacen todavía más apremiantes.

CAPITALISMO QUE EMPOBRECE

No sé si los funcionarios del FMI son conscientes de que detrás de los números hay personas, pero detallar estas recomendaciones encoge el ánimo. Veamos algunas: despedir a 100.000 personas de los 600.000 empleados de la administración portuguesa, a 15.000 profesores de los 100.000 existentes. pagar por una consulta médica a la Seguridad Social 50 euros, diez por una normal, pasar la edad de la jubilación de los 65 a los 66, y poner fin a la jornada de 35 horas semanales para los empleados públicos. Es un desmantelamiento del estado del bienestar. El capitalismo salvaje europeo empobrece a la gente. Y los insensibles funcionarios de la troika se disponen a visitar esta semana Lisboa de nuevo para inspeccionar si se está aplicando la nueva tanda de ajustes y recortes. Portugal está estrechamente vigilado.

"No soy pesimista lo que pasa es que el mundo está pésimo", proclamaba, zumbón, hace pocos años, el premio Nobel portugués José Saramago (1922-2010), otro penetrante, irónico y crítico escritor luso. Poco ha cambiado. La melancolía, el "spleen" (pesadumbre), la saudade, el sentimiento de resignación, parecen embargar de nuevo a los portugueses.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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