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Gracias, Señoría

viernes, 12 de abril de 2013
La decisión tomada por el juez Castro la pasada semana, de imputar a la infanta Cristina en el caso que se sigue en los juzgados de Palma de Mallorca contra su marido, ha dado lugar a un intenso debate, no exento de pasión, y, entre las múltiples manifestaciones públicas, llama especialmente la atención las declaraciones de Martínez Pujalte, senador del PP, en las que arremete, como un energúmeno, contra quien trata de esclarecer los hechos en lugar de contra aquellos que los han protagonizado, (y hablamos de una supuesta estafa al erario público de varios millones de euros), tal vez porque sabe que, entre éstos, están varios colegas de su propio partido, integrantes de los gobiernos balear y valenciano, que han colaborado con Urdangarín en la trama de corrupción.

Dichas declaraciones y este comportamiento cavernario, tanto por su contenido como por su estilo, hacen a su señoría más digno de compartir vitrina con “Miguelón” en el museo de la evolución, que de ocupar un escaño democrático en un parlamento del siglo XXI.

Por su parte el fiscal del caso, en línea con el señor Pujalte y a las órdenes del Fiscal General del “Gobierno”, nombrado por el Partido Popular, no duda en posicionarse al lado de la señora de Urdangarín y en contra del juez Castro, intentado argumentar lo inexplicable, y trata a toda costa de exculpar cualquier tipo de relación de la infanta con la trama corrupta protagonizada por su marido y colaboradores. Todo un ejemplo de la buena salud de la que goza nuestro supuesto “Estado de derecho”.

No obstante, sepa señor juez que, digan lo que digan personajes tan prescindibles como el señor Martínez Pujalte y amigos, somos muchos más los españoles que, aunque no nos veamos representados en los medios de comunicación, constituimos esa gran mayoría silenciosa que se siente reconfortada al saber que todavía quedan algunos jueces independientes en España, que se dedican a administrar justicia sin dejarse intimidar por el pedigrée de los imputados, aplicando la sana filosofía aristotélica, que defiende que “el único Estado estable es aquel en el que todos los ciudadanos son iguales ante la ley”. Por todo ello, gracias, señoría.
Durán Mariño, José Luís
Durán Mariño, José Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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