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Alfredo Labajjo Grandío, el último bohemio

lunes, 28 de mayo de 2001
Alfredo Labajjo nace en Lugo en 1939, en el seno de una buena familia de la burguesía local. Su padre era catedrático de matemáticas del Instituto de Lugo y luego Inspector de Enseñanza Media; el recordado D. Alfredo Rodríguez Labajjo. En esta ciudad estudia el bachillerato y en 1959 se traslada a Madrid y se matricula en la escuela de Ingenieros Técnicos Industriales. Terminada la carrera, trabaja durante un año en la empresa constructura Agromán, S. A. de Madrid.
Conozco a Alfredo Rodríguez Grandio, pues este es su verdadero nombre, desde hace 55 años; siempre fuimos amigos; primero en Lugo y luego en Madrid. En los sesenta – yo también trabajé en Agromán nueve meses – íbamos de “vasos” y de “ligues” por Echegaray y a bailar al Club Estela de la calle Arlabán. Alfredo era un “guaperas” y las chavalas, siempre de dos en dos, venían por él… y yo contento con lo que me tocaba. Por aquellas fechas yo le había visto dibujar y hacer retratos realistas y lo hacía francamente bien. Luego, en 1973, vi cuadros en la librería Reboredo y en la galería Rojo y Negro de Madrid, que me causaron una buenísima impresión. En el año 1974 le compré el primer lote, del que nunca me he querido desprender; eran únicos. En cierta ocasión, en 1976, me dio unos dibujos para pagar la cuenta de un hotel de Madrid; yo pagué la cuenta y, me quedé los dibujos, algunos de los cuales conservo todavía; de esto, Alfredo, se entera hoy.

-Alfredo no es un pintor estirado y altivo como muchos otros, y no va de intelectual, aunque podría hacerlo; al contrario; es llano en el trato, humilde con el paisano y gracioso y simpático con todos. Es lo que se dice un “bon vivant”. Es su carácter, su manera de ser, y de ésta manera natural se expresa en su pintura, eligiendo los temas costumbristas que más le gustan: pallozas, gaiteros, tamborileros, urogallos, cabras – a las que él adora como a las mujeres -…, máscaras, carnavales, paisanos, vacas; en fin, Galicia.

-Alfredo es el último de los bohemios; como a él mismo le gusta decir: “Si el pintor no está loco, no hay nada que hacer…”. En realidad él se lo hace y en cierto modo lo explota, pero no es verdad. Está cuerdo; y muy cuerdo. Quien infravalore a Alfredo se está equivocando de lleno. “De casta le viene al galgo…”. No podría ser otra cosa que pintor. Emparentado con los insignes pintores Rodríguez Corredoira, de quien es sobrino-nieto, y con Tino Grandío que era su primo, siempre le gustó pintar, desde muy pequeño. A los doce años y durante dos, recibe las primeras clases del notable pintor Villalbés D. Antonio Insua Bermúdez, profesor de dibujo y pintura. Luego, con su primo Tino en Madrid y en los años 62-63 con el catedrático y un gran maestro D. Pedro Mozos, quien intenta que ingrese en la Escuela Superior de Bellas Artes. Por todo ello, era obligado, habría de ser pintor. El Sr. Mozos le pone un aula a su disposición, le proporciona telas, pinceles, pintura y modelos durante un año… sin sujetarlo. Alfredo se saltaba las normas y los cánones establecidos. Pintaba lo que quería y cuando quería. Eso sí, cuando se despide de él, le dice que es un artista en potencia que no deje de pintar; que ya que no había podido hacer nada con él, le hacía ésta última recomendación: Pinta, pinta lo que quieras, lo que te dé la gana, tienes madera para ello”. Tal vez D. Pedro Mozos es el que más haya influído en su pintura, por sus temas costumbristas y el grueso del dibujo. Estudió la carrera por imperativo familiar, se puso a trabajar por lo mismo, intenta entrar en Bellas Artes sin tener que hacer un mínimo esfuerzo. En el año 1964, deja Agromán y se dedica de lleno a lo que de verdad le gusta, lo que de verdad siente, que es pintar. Entonces se da cuenta de lo que es la libertad… poder volar…Comienza a viajar y durante 20 años no para de hacerlo. Al mismo tiempo sigue pintando, estudiando y visitando museos. Su bohemia lo lleva a Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Alemania. En 1972, en un viaje a Lugo, descubre los Ancares, que le causan un gran impacto. Allí se siente verdaderamente libre y experimenta ese primer contacto con la naturaleza, con la tierram con las gentes de Galicia y con los ancestros celtas. Se convierte en el anacoreta de los Ancares; se aparta de modas y oportunismos fáciles; se introduce como buen actor que es, en los personajes que pinta e interpreta; ejerce de anarquistas de la pintura, de aventurero, de autodidacta acérrimo, reuniendo y aglutinando todos los ingredientes de la bohemia: bebedor, mujeriego, juerguista, trasnochador y … pesado. A veces me recuerda a Van Gogh, por su vida bohemia, desordenada y apasionada – que refleja en sus trabajos – ya que pasión es lo que siente al pintar.
-Comienza su camino expositivo en 1973, enviando unos lienzos al Casino La Unión de Sarria y a las Bienales Internacionales de Pontevedra. En 1974 inaugura su primera exposición individual en el Paraninfo de la Diputación Provincial de Lugo, para la que fue becado por Bellas Artes; fue presentado por los Sres. Uxio Novoreira y D. Anxel Fole. Al mismo tiempo comienza a formar parte de los pintores de las galerías: Juana Mordó, Fauna’s, Rojo y Negro y Kandinsky de Madrid, en la Biblioteca Nacional, para la que también fue becado. Vuelve a hacerlo en Lugo en 1978 en la Diputación Provincial, con un gran éxito de crítica y público. En 1980, en la galería Fratelli de La Coruña. En 1981, en la galería Noveccento de Vigo. En 1985, en la galería Toison de Madrid, presentado por D. Celso-Emilio Ferreiro. Y siempre retornando a sus Ancares del alma para oxigenarse. En 1988, en la galería S . M. Arte-Nóreas de Lugo, presentado por el Sr. Trapero Pardo. En 1991, en la galería Sargadelos de Santiago de Compostela, presentado por D. Antonio Fraguas y D. Uxio Novoneira. En esta exposición le adquiere varios cuadros la Xunta de Galicia. En 1997, participa con galería Catalonia en Artexpo- Barcelona. En 1999, con la misma galería en Artexpo- Sevilla. Finalmente, en enero del 2000, en la sala Almirante de Lugo.

-En 1998 dijo el Sr. Trapero Pardo que su pintura pertenecía a la llamada “Nueva Generación Expresionista”. Yo corroboro ésta opinión, pero matizándola un poco. Creo que su estilo está entre un expresionismo-bucólico y un fauvismo-violento, por sus temas mitológicos y simbólicos y por la fuerza del color y su vigorosa policromía. Su pintura fue definida por Uxio Novoneira como “El silencio de la tierra”. Yo animo y aconsejo a la gente a que adquiera un cuadro de Alfedro Labajjo, es un pintor como la copa de un pino, como suele decirse. Sus temas son entrañables y agradables a la vez; es una buena inversión y aseguro que algún día me agradecerán éste consejo.

-El pasado agosto, estuve, tres días en su casa-palloza en Villafiz-Friol, y pude apreciar su sensibilidad artística, su dominio del dibujo y al mismo tiempo, su afán por la bohemia, su gran sentido del humor y su falta de interés por medrar, cualidades raras en los pintores actuales. En su casa- palloza, aislada de la civilización, pero suspendida del cielo por las estrellas y el silencio amigo, y en su vida solitaria, con la sola compañía de sus perros, el se siente inmensamente feliz, libre de ataduras con nada ni con nadie y pintando cuando le da la gana; todo ello, todos éstos ingredientes, le valen de terapia para seguir en el camino adecuado con repecto a la pintura y para poder vivir de acuerdo a sus cánones. Yo solamente le daría un consejo al amigo Alfredo; que recuerde al catedrático Mozos: “Pinta, que es lo tuyo…”.
García-Diego Pérez, Lorenzo
García-Diego Pérez, Lorenzo


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