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Carta a un abuelo

martes, 03 de mayo de 2005
Hola Abuelo:

Anda por ahí un cartel recordándonos que el 4 de mayo es el día del anciano enfermo.
Me gusta el cartel ¡qué quieres que te diga! Me encanta verte así con ru pitillo y el bastón, algo que ya forma parte de tu vida. Pero me gusta, sobre todo, ver como tu cuerpo cascado está sostenido por la fuerza y la ternura de tus nietos, dos preciosas criaturas.
Te felicito, abuelo, por tener sitio en tu casa y, sobre todo, en el corazón de los tuyos.
Otros han sido aparcados en un Asilo o Residencia como un trasto viejo en un desván y, a pesar de todo, nunca les oirás hablar mal de sus hijos, al contrario, te dirán que su familia los adora y que si están allí es porque quieren. (El amor siempre disculpa).
Se han ido de su casa por falta de familia o porque sus hijos tienen una calculadora en el corazón.
Y ahí están, bien tratados por cierto, en una casa mejor que la suya, pero sin el cariño familiar que nadie suple y muy lejos del pueblo donde tienen sus raíces.
En sus ojos hay un deje de tristeza y en su corazón una soledad que no soportan; los días que antes corrían tan de prisa y que ahora se eternizan...
Desde aquí mi felicitación a sus cuidadores y a cuantos los visitan.
Este no es tu caso, abuelo, tú estás con tu familia y cuando abres la ventana ves la tierra y el prado con tus sudores tantas veces regado. ¿Cómo no felicitarte?
Cierto que ahora no puedes correr ni andar de prisa, te cuesta subir las escaleras y te falla la memoria que, rebelde, te oculta fechas y nombres que hasta hace poco retenías. Pero tú has sabido encajar estas limitaciones con naturalidad; aceptaste la vejez como una etapa más de tu vida consciente de que la única manera de sobrevivir es llegando a viejo. Pero el sol no deja de ser sol ni es menos hermoso en el ocaso tampoco el ser humano pierde su dignidad ni su belleza por llegar a viejo...
Un día, sentado en tus rodillas, me dijiste que la vida es como un arco que comienza en la infancia, crece en la juventud, sube en la madurez y luego desciende para perderse, tras la muerte, en la trascendencia. Y tú, abuelo, has recorrido todo ese arco (las 4 estaciones de la vida) y a lo largo de tu vida te fuiste llenando de sabiduría, experiencia y madurez. Por eso me encanta escucharte pues “en la vejez seguirás dando fruto” (Prov. 16.1)
Las Sagradas Escrituras definen el anciano como “el lugar donde reside el saber y la sensatez” (Job. 12. 12)
Y Marañón nos dirá más tarde que “la vejez es la suma de toda una vida”.
Compadezco a quienes creen que los viejos y los enfermos no tienen nada que darnos... Pues un sabio dijo que “Cuando se muere un abuelo es como si se quemara una biblioteca”.
Ya sé que, generalmente, no entrais en el parámetro de la productividad. Por vuestra culpa se disparan los presupuestos de la Seguridad. Sois una carga social, unos muebles deteriorados por el paso de los años cuyo sitio es el desván o el desgüace. Pero otros usamos otra escala de valores y, según ella, sois nuestros maestros...
Me duele una sociedad expuesta a quedarse sin sabios en muchas cátedras al destronar al anciano, y confiar el cuidado del anciano enfermo a estructuras públicas por rechazo del modelo patriarcal o por no tener una familia que lo quiera. (La muerte social es más dolorosa que la muerte física).
Bienvenidos sean las Residencias cuando el anciano enfermo carece del calor de un hogar o es incapaz de valerse por sí mismo.
Pero que sea la excepción y no la regla de lo contrario la sociedad se quedaría sin sabios en muchas cátedras domésticas al desterrar al anciano de su pueblo recluyéndolo en Centros de la 3ª edad...
Gracias, abuelo, por estar ahí con los tuyos. Para los que teneis la suerte de creer, en la ancianidad, os queda siempre la seguridad de la fe.
Pero no es menos suerte tener unos amigos que te quieren y una familia que te adora...
¿No será, en cierto modo, la amistad un sacramento, y la familia acompañante una especie de “viático”?
Con el día del anciano enfermo la Iglesia quiere para los abuelos el puesto que les corresponde en la casa y sobre todo en el corazón de la familia.
O simplemente cumplir con el sagrado deber de honrar a quien nos dió la vida.

(4 de mayo. Día del anciano enfermo)
Ulloa, Edelmiro
Ulloa, Edelmiro


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